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Mirame, Mirame

Del 11 de julio al 30 de septiembre de 2007 se podrá disfrutar de esta muestra sobre la moda y los complementos en la fotografía española contemporanea en El Museo del Traje de Madrid.

Madrid, julio de 2007

El traje y los zapatos son las huellas del cuerpo, repiten sus formas y establecen su presencia, evocando actitudes y maneras de estar o de vivir. Los convencionalismos sociales están presentes más de lo deseable en nuestras vidas y todos queremos conocer los códigos del momento para no quedarnos fuera del tiempo. La industria de la moda se mueve sin cesar planteando nuevas tendencias, actualizando conceptos, reinventando colores, para que la maquinaria no pare.

En los últimos años son muchos los artistas que han trabajado sobre este aspecto teatral del ser humano y han reflexionado sobre el hecho de que nos vestimos para algo más que proteger nuestro pudor o defendernos de las inclemencias del tiempo.

Unir los nombres de fotografía y museo parece obvio dentro del mundo del Arte, unir fotografía de arte dentro del mundo de la moda y los complementos es sin duda una de las acciones más interesantes para la fotografía y para el mundo de la moda y los complementos tan arraigado en nuestro país.

Por todo ello, el Museo del Calzado de Elda y el Museo del Traje. CIPE colaboran en una exposición que reúne fotografías de gran formato basadas en la interpretación y reflexión que sobre el tema de la moda realizan 15 fotógrafos españoles contemporáneos, algunos de ellos Premios Nacionales de Fotografía.

La selección de fotógrafos en esta exposición propone un recorrido por algunas de las más relevantes propuestas fotográficas españolas que han tomado en consideración el traje y el calzado como una excusa para contar historias y a la vez releer la historia de las imágenes. Los artistas participantes en la muestra son: Carlos de Andrés, Chema Madoz, Ciuco Gutierrez, Daniel Canogar, Estefania Grandio, Alberto García Alix, Isabel Muñoz, José Luis Santalla, Laura Torrado, Manuel de los Galanes, Miguel Oriola, Miguel Trillo, Ouka Leele, Rafael Liaño y Rosa Muñoz.

La herencia del surrealismo puede ser rastreada en algunos de los artistas presentes en la muestra. El trabajo de Chema Madoz es quizás el que tiene más conexiones con el universo del objeto surrealista, sus connotaciones simbólicas y lecturas plurales. La imagen con un zapato masculino que está anudado con un cordón hecho a partir de cabello trenzado, nos remite al uso del pelo como corbata del cartel de Mimí Parent, pero el modo en el que la fotografía ofrece el zapato desde un encuadre vertical asume las fórmulas de la publicidad, permite adoptar una distancia de objetividad para las simbologías psíquicas que en un primer momento podrían sugerir.

Las obras de José Luis Santalla pertenecen a la serie Fugas (2002-2004) y en ellas aparecen elementos de vestuario y calzado, que han tomado vida sin el cuerpo que las viste. Es como si los vestidos hubieran decidido fugarse de la tiranía del cuerpo y asumiesen el rol de vida que se les niega en el armario. Más allá de la idea de ciencia ficción del hombre invisible, el vestido se autonomiza, para establecer un paisaje de ausencia para la figura humana. La imagen de unas botas subiendo una escalera remiten sin duda a las visiones oníricas surrealistas, pero contiene también ese cruce de realidad e imaginación de las novelas fantásticas: la fotografía más que reflejar una realidad dada es hoy el vehículo de la imaginación a través de las posibilidades que ofrece un medio que construye lo verosímil pero no exactamente lo verdadero.

Laura Torrado ha introducido en sus imágenes la atmósfera de lo turbador o de lo inquietante, para iniciar un relato que interrumpe, en su imposible linealidad, la propia imagen. En el autorretrato, en el que la artista aparece en una cocina doméstica, sentada en un silla, vestida de hombre con corbata y una cacerola como sombrero, podemos intuir toda una serie de referencias humorísticas de corte dadaísta pero sobre todo podemos leer una crítica irónica de los roles femenino-masculino a través de sus símbolos tradicionales, que tiene también mucho que ver con los ensamblajes de maniquíes surrealistas.

Las fotografías de Ciuco Gutiérrez se centran en los escaparates de las grandes ciudades, y realizan una exploración sobre el significado difuso entre un dentro y un fuera. La fascinación de los surrealistas por los escaparates como dioramas de lo fantástico y de lo irreal, se convierte en la mirada de Ciuco Gutierrez en un collage de reflejos que integran los sueños del consumo con la belleza efímera de las mañanas y los atardeceres.

La obra de Rosa Muñoz presenta un armario repleto de ropa y abierto en mitad de un bosque e invita al espectador a sumergirse en su interior como en un mundo de ficciones. La colisión entre el espacio personal e íntimo del armario y el escenario del bosque, conduce a un espacio de misterio y de ensoñación, en el que un mundo fantástico se abre dentro de la magia del bosque.

En una de las piezas de Ouka Leele, una gran máquina en el interior de un taller de zapateria aparece como un mecanismo vivo. Entre las vanguardias históricas fue especialmente el futurismo, y en menor medida el surrealismo que subrayaba en su proceso de creación un ensamblaje de objetos diversos mediante procedimientos más artesanales que industriales, los movimientos artísiticos que habían dotado a las máquinas de un aliento de vida, como motores que acompañan los deseos y los sueños de la mente y del cuerpo. En esta imagen zapatos y hormas se integran en los mecanismos de la máquina, en diferentes escalas, y en ella se funden tanto algunos presupuestos de la fotografía publicitaria como recursos propios de la fotografía de creación.

Ligado a una concepción amplia del bodegón clásico, Manuel de los Galanes, se sumerge desde sus fotografías en una densa atmósfera melancólica: si en la naturaleza muerta con zapatillas de ballet, se entrelazan memoria, recuerdos y tiempo pasado, como un vanitas del arrepentimiento o de la pérdida, en la composición de tres mujeres sobre el fondo de una tapiceria estampada, los elementos y las formas de la publicidad antigua son rescatados para hacerlos revivir en otra historia que los arranque del tiempo.

Estefanía Grandío, logra establecer una composición gráfica a partir de la imagen repetida y combinada de una pierna femenina calzada con un zapato de tacón. Todas las piernas se tocan en la puntera del zapato, e inevitablemente nos remite a la pieza surrealista La pareja de Meret Oppenheim, actualizando y transformando ese mismo choque-roce de punteras.

El trabajo de Isabel Muñoz ha estado siempre muy ligado a la estetización de toda puesta en escena y muy en contacto con los presupuestos de la fotografía de moda, pero llevados hasta un elevado grado de abstracción a través de la atención por los detalles. En su pieza, sobre el paisaje difuso de las pirámides de Egipto, se destacan el torso y las caderas de una mujer elegantemente vestida. Una mirada más atenta nos permite vislumbrar que se trata de una bailarina de danza del vientre, y en ese espacio toda la escena parece formar parte de un decorado cinematográfico, incluso teatral.

Miguel Oriola cuyo trabajo ha estado muy ligado al mundo de la moda y la publicidad presenta dos imágenes que reflejan la soledad del ambiente urbano contemporáneo, muy en la línea de las imágenes que desarrolló la pintura metafísica de De Chirico a principios del siglo XX, pero destacando un estilo de vida que se adpata a los modelos cinematográficos, y donde la desolación parece diseñada y controlada.

Esa misma sensación de soledad y ensimismamiento aparece en las imágenes de Rafael Liaño, en las que dos personajes avanzan de espaldas a nuestra mirada por un bosque denso y casi impenetrable, como en una metáfora de la vida y sus avatares.

Las obras de Miguel Trillo y de Carlos de Andrés son las que se integran más decisivamente en el plano de lo documental. Miguel Trillo, cuyo trabajo se ha interesado por la realidad de las tribus urbanas, los personajes de la noche y de los conciertos de rock, presenta una obra de su serie más reciente, realizada en Cuba y muestra la foto de una joven de la noche habanera en su entorno doméstico. Como siempre en sus fotografías, subraya unas formas de identidad que se vehiculan a través del atuendo y en este caso unas formas de vestir que acentúan el mimetismo de los jóvenes cubanos por imitar los modelos norteamericanos del hip-hop como una manera de huida de la dura realidad económica, social y política que vive la isla caribeña, anclada en unas fórmulas anacrónicas de “revolución socialista”. Carlos de Andrés, por su parte, muestra una pareja de jóvenes ataviados con chaquetas de cuero y crestas punkies que observan con atención y muestras de cariño el escaparate de una tienda de trajes de novia. El contraste entre el modelo de vida de la pareja y los símbolos de la boda tradicional del traje de cola, pone de relieve, no solo la pluralidad social actual, si no la coexistencia de un abanico de modas muy diversas entre sí con valores contrarios. En cierto modo la pareja de la foto se detiene ante el escaparate como si estuviera frente al diorama que escenifica un modo de vida extinguido, pero a la vez parece soñar con las promesas del “sí quiero”. O, es que se trata de una broma al estilo “¿te imaginas así vestida?” En realidad todas, y alguna más, son posibles.

En la fotografía de Alberto García Alix, aparece un zapato solitario que como un icono de identidad grupal muestra un característico diseño que remite a los esquemas modernos de los años 50 y que han sido frecuentemente utilizados por algunas tribus urbanas. El trabajo de este autor fluye por el filo de una navaja que separa muy sutilmente, uniéndolos, el universo simbólico de la generación de los años 70 y 80 y el suyo propiamente biográfico. Por eso los elementos de documentación quedan siempre agazapados o camuflados en una narrativa personal. El zapato solitario queda así como una huella de memoria, una poética de cierto tono melancólico.

Daniel Canogar ha incorporado en sus últimos trabajos diversas situaciones de carácter lúdico, invitando a participar en sus proyectos a la gente de la calle, especialmente jóvenes. En esta imagen, los zapatos, las mallas y los pantalones hacen un recorrido de color y de modas, mientras tenemos la sensación de un salto en común. Esta exposición reúne a un grupo de fotógrafos españoles que han participado de una u otra manera en esta reflexión sobre el tema de la moda. La paradoja, el símbolo, la metáfora, la evocación, la ensoñación, el objeto de deseo, la teatralidad y la descripción son la materia del discurso narrativo con la que han construido sus imágenes. La muestra no pretende ser un reflejo exhaustivo de cómo se ha tratado el tema en España en los últimos años, simplemente pretende crear un espacio para que el espectador sea cómplice del juego que los artistas le plantean y participe de la diversidad expresiva que el lenguaje fotográfico es capaz de ofrecer.

Entrada gratuita a la exposición temporal.
Museo del Traje. CIPE
Avenida Juan de Herrera, 2
28040 Madrid

Mirame, Mirame. La Moda y los complementos en la fotografía española contemporánea

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