En el claustro de Covarrubias
En un ala del claustro gótico de la Colegiata de Covarrubias (Burgos) hay un sepulcro en el que reposan los restos de Cristina de Noruega, hija del rey Haakon Haakonson, nacida en 1234 y casada en 1258 con el infante don Felipe de Castilla.
Apenas cuatro años después de su boda, en 1262, murió en Sevilla sin haber logrado descendencia, y su marido envió el cadáver a la vera del río Arlanza.
Dicen que la princesa murió de pena, porque le faltaban el frío de su país, su gente, su pasado, y le sobraban el calor asfixiante del Guadalquivir, la corte castellana y su incierto futuro. Sin duda soñó en las agobiantes noches españolas con aquellas tierras verdes, con aquellas rocas y cielos que enmarcaban las aguas grises de los fiordos; con aquellas cumbres glaciares y con el manto de la nieve del que emergían los troncos Цtambién blancos- de los abedules. Verde brillante, gris y blanco, los colores de Cristina frente al rojo de la tierra de Covarrubias, el azul de los cielos españoles y el verde oscuro de las encinas y enebros castellanos.
Las alianzas de la corona castellana, cegada con el Sacro Imperio, llevaron a amañar la boda de la triste Cristina con Don Felipe, hermano del Rey Alfonso X (el Sabio) - ambos hijos del Rey Fernando III (el santo) y Beatriz de Suabia-.
El infante había sido abad de la Colegiata de Covarrubias a los 21 años y arzobispo de Sevilla, en el momento de abandonar la carrera eclesiástica para dedicarse a sus matrimonios palaciegos.
Un monumento a la princesa medieval, en un rincón de Covarrubias. Miguel Moreno. guiarte.com
Paisaje noruego. Miguel Moreno. guiarte.com