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Guía Comarcal de la Costa da Morte

En el entorno noroeste de la Península Ibérica, en Galicia, hay una zona frecuentada por la navegación que lleva el nombre dramático de Costa de la Muerte, o Costa da Morte en gallego.

Tierra de Naufragios El marco geográfico Espacio de leyendas Una sociedad tradicional y marinera Cómo viajar Los pueblos de la Costa de la Muerte Una playa: la de Trece Un monumento: El Faro Vilán o Villano Un gozo: Percebes y lubinas ¿Un pueblo?

Tierra de Naufragios

Este rincón noroeste de la Península Ibérica es un espacio incluido en las trágicas historias de la navegación.

Las rutas marítimas que desde la Europa atlántica se dirigen hacia América del Sur, África o el Índico (a través del Canal de Suez) discurren ante esta esquina de la Península. Ese incesante flujo viajero, un mar difícil y una costa rocosa crean el escenario idóneo para las tragedias.

La tragedia más espectacular ocurrió en 1556, cerca de Finisterre, donde una tempestad hundió 25 buques españoles: 1706 vidas engullidas por el mar.

Desde aquella época se contabilizan cientos de naufragios, de buques de Inglaterra, Francia, Noruega, Alemania, Austria, Grecia, Italia, Suecia, Holanda, Rusia, Portugal, Estados Unidos, Marruecos, Yugoslavia, Liberia, Panamá, Chipre, Rumanía… y sobre todo de España.

Otro de los naufragios más famosos fue el del Serpent, en 1890. De 175 tripulantes del navío inglés sólo se salvaron tres. El suceso ocurrió en el fatídico Cabo Tosto, en Camariñas. Cerca del mismo, perdura el recinto granítico del Cementerio de los Ingleses…

Hoy la Costa de la Muerte, en la provincia de La Coruña, es un territorio atractivo para los viajeros que buscan algo más que el tradicional turismo de sol y playa, y que quieren acercarse al ámbito de los mitos y las leyendas.

Descripción gráfica del naufragio del Serpent en la Costa de la Muerte en una revista de 1890.

Descripción gráfica del naufragio del Serpent en la Costa de la Muerte en una revista de 1890.

La luz de enfilación de Muxía, a las puertas de la bahía de Camariñas. Guiarte.com/Lalo Fernández Mayo

La luz de enfilación de Muxía, a las puertas de la bahía de Camariñas. Guiarte.com/Lalo Fernández Mayo

El marco geográfico

La costa de la Muerte es la zona costera de la provincia de La Coruña que va desde la entrada norte de la ría de Noya, la zona de Punta Carreiro, cerca de Muros, al entorno de Malpica.

Entre uno y otro punto quedan incluidos los municipios de Muros, Carnota, Corcubión, Finisterre, Cee, Muxia, Camariñas, Laxe, Cabana, Ponteceso y Malpica.

Es un territorio de bellos paisajes caracterizados por cierta dureza, la que impone un clima áspero, especialmente en invierno, un suelo eminentemente rocoso, y una costa llena de islotes, rompientes, roquedos sumergidos… en definitiva peligros para la navegación cercana al continente.

La marina inglesa que sufrió cuantiosos naufragios en esta costa, ya advirtió de estos peligros y los señalizó en sus mapas de navegación. A raíz de la catástrofe del Serpent, incluso dictaminó una medida de seguridad obligatoria para su armada: que cada marinero debía disponer de un salvavidas.

Las propias autoridades españolas tomaron nota de estas circunstancias. Eso explica que el faro de Cabo Vilán o Villano, en un saliente de Camariñas, se elevase y se dotase de energía eléctrica. Fue el primer faro eléctrico de España.

En ese espacio proliferan las playas, la mayoría de reducidas dimensiones, de arena clara. Algunas, al abrigo del Atlántico, son relativamente calmadas y propicias para el baño, pero las más, abiertas al Océano, son bellas… pero frías y peligrosas. Entre las más destacadas, la de Carnota, la de Rostro, en Finisterre, la de Trece en Camariñas y la de Traba, en Laxe.

En la esquina noroeste de Galicia se halla la Costa de la Muerte.

En la esquina noroeste de Galicia se halla la Costa de la Muerte.

Puesta de sol en Finisterre. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda.

Puesta de sol en Finisterre. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda.

Espacio de leyendas

Hay en este rincón de Galicia muchas leyendas. Algunas de ellas están ligadas al Camino de Santiago.

A Finisterre, donde aparentemente está el final del continente, suelen llegar muchos de los viajeros del Camino de Santiago para completar su recorrido mirando cómo se acaba la tierra y se abre ante sus ojos el misterioso Océano. Es el final de un Camino que va más allá de lo religioso para entrar en el propio contenido misterioso de la civilización.

En Muxia, aún perviven leyendas de la asistencia de la Virgen a Santiago apóstol para infundirle ánimos para cristianizar a las gentes de Hispania. No faltan allí piedras sonoras y milagrosas, cerca de la bella iglesia dedicada a la Virgen de la Barca, que llegó al lugar en una embarcación de piedra.

Más al norte, por la costa de Camariñas, se cuenta de las astucias de los lugareños, que empujados por la estrechez de una tierra dura, colocaban faroles en los cuernos de las vacas, en los días de tormenta, para confundir a los navíos, a fin de que se estrellaran contra los bajíos y rompientes, arrojando sobre la orilla el botín de los naufragios…

La existencia de piratas de tierra que atacaban a los náufragos de la Costa de la Muerte está acreditada. El caso más famoso es el del Great Liverpool, en 1846, al norte de Finisterre. El navío venía de Alejandría hacia Southampton. Llevaba el correo y un elevado número de viajeros de fortuna. Tras el naufragio, muchos de los supervivientes alcanzaron una playita al norte del cabo, en la que fueron asaltados por pobladores de las aldeas vecinas. Parece ser que muchos de los viajeros resistieron en la playa hasta que fueron rescatados por fuerzas llegadas desde Corcubión. El Capitán del avanzado vapor inglés acabaría suicidándose.

Esta costa accidentada es también tierra de cabos coronados por faros: Louro, Finisterre, Touriñán, Punta da Barca, Cabo Vilán, Cabo de Laxe, Roncudo, San Adrián… faros que son aviso para navegantes y monumento a las tragedias del pasado.

Torres del santuario de la Virgen de la Barca en Muxía. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda.

Torres del santuario de la Virgen de la Barca en Muxía. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda.

El solitario Cementerio de los Ingleses, en el entorno de Camariñas, donde reposan los cadáveres  de la tragedia del Serpent. Guiarte.com/Diego Alonso/Concello de Camariñas

El solitario Cementerio de los Ingleses, en el entorno de Camariñas, donde reposan los cadáveres de la tragedia del Serpent. Guiarte.com/Diego Alonso/Concello de Camariñas

Una sociedad tradicional y marinera

En este espacio geográfico de costa plena de acantilados y pequeñas playas solitarias habita una sociedad que tiene en la pesca su principal ocupación.

Se practica la pesca artesanal, de bajura y también el marisqueo. En torno a esta actividad se ha desarrollado una rica gastronomía, que se manifiesta de forma especial en las fiestas bien sean las romerías o las celebraciones que algunas localidades dedican a sus productos, el percebe de Roncudo(Ponteceso), el pulpo y el longueirón(Finisterre), el congrio (Muxía) etc.

El mar también protagoniza las fiestas religiosas, especialmente con la celebración de la Virgen del Carmen, patrona de marineros.

La lejana historia de la región se denota en sus monumentos dolménicos (dolmen de Dombate, en Cabana de Bergantiños), petroglifos (Laxe das Rodas, Muros) y castros.

Hay escasos restos romanos; varios monumentos románicos (Iglesia de Santa María, en Finisterre y monasterio de Moraime, Muxía), góticos (Santa María de la Atalaya, en Laxe), barrocos(Templo de la Virgen de la Barca, en Muxía)… y sobre todos numerosos edificios palaciegos en lugares como Muros, Corcubión.

No faltan las construcciones agrarias tradicionales, entre ellas los hórreos. De ellos, el de más fama es el de Carnota.

Entre las artesanías tradicionales citar dos: las de la cerámica en Buño (Malpica) y el encaje de bolillos que ha dado fama especial a Camariñas.

Hórreo en Carnota. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda.

Hórreo en Carnota. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda.

Embarcaciones en Corcubión. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda.

Embarcaciones en Corcubión. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda.

Cómo viajar

Para acceder a la Costa de la Muerte, se pueden utilizar los aeropuertos de Santiago de Compostela o La Coruña.

Por carretera, entre Santiago de Compostela y Muros hay unos 60 kilómetros, que transcurren en su último tramo a la vera de la ría de Noya. Se tarda aproximadamente una hora.

Si se accede por el norte, desde la Coruña a Malpica hay algo menos de 50 kilómetros, pasando por Carballo. La ruta nos exigirá algo más de media hora.

Entre Muros y Malpica se puede trazar una ruta a través de Carnota, Corcubión, Finisterre, Muxía, Camariñas, Laxe, Ponteceso y Malpica que nos exige un recorrido de unos 180 kilómetros, utilizando carreteras provinciales y locales.

Para hacer el recorrido hacen falta varios días. Existe una amplia oferta hotelera, de hoteles y pensiones, especialmente en Finisterre y Corcubión, pero también en Laxe, Muxía, Camariñas y Malpica.

La visita a la Costa de la Muerte se puede realizar desde la Coruña. Conjunto escultórico en la costa coruñesa. Guiarte.com/Tomás Alvarez

La visita a la Costa de la Muerte se puede realizar desde la Coruña. Conjunto escultórico en la costa coruñesa. Guiarte.com/Tomás Alvarez

Crucero y fortín costero, en Finisterre. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda

Crucero y fortín costero, en Finisterre. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda

Los pueblos de la Costa de la Muerte

Como complemento de esta descripción, guiarte.com te ofrece información sobre los siguientes lugares de la comarca gallega.

Muros
Muros, con unos 10.000 habitantes, se sitúa en el extremo norte de la costa norte de la ría de Noya, en un entrante de la misma que le protege de las tormentas atlánticas.

Carnota
Al norte de Muros, se halla el municipio de Carnota, conocido de forma especial por sus hórreos. Es un paisaje hermoso, de clima atlántico y duro especialmente en invierno.

Corcubión
En una pequeña ría, ubicada al norte de la de Noya, se halla Corcubión, un lugar excelentemente posicionado, orientado hacia mediodía y al abrigo de las inclemencias atlánticas.

Finisterre
Finisterre, en el extremo oeste de Galicia, atrajo a los navegantes de tiempos pasados y hoy es lugar de paso para miles de peregrinos que realizan el Camino de Santiago.

Muxía
La población de Muxía tiene un aire moderno y ofrece buenos recursos para el turista, tanto por su patrimonio artístico y arquitectónico como por sus playas y su gastronomía.

Camariñas
Camariñas es capital de un municipio de unos 6.000 habitantes y se ubica en un abrigo costero, en la pequeña ría que lleva su nombre.

Laxe
El municipio de Laxe está poblado por algo más de 3.000 habitantes, la mayor parte radicados en Laxe. Hay otras cinco parroquias: Traba, Serantes, Soesto, Nande y Sarces.

Cabana
Malpica de Bergantiños

Malpica tiene desde siglos atrás una amplia historia pesquera. Los marineros de Malpica acompañaron a los vascos en su busca de ballenas por el Atlántico Norte. Ahora, Malpica vive de su actividad marinera y turística, especialmente con una rica gastronomía

 iglesia de Santa María, en Finisterre. Detalle. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda

 iglesia de Santa María, en Finisterre. Detalle. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda

Una playa: la de Trece

El periodista Lalo Fernández Mayo, profundo conocedor de la comarca, nos hace cuatro semblanzas de la misma: Una playa.

El agua que rodea las costas gallegas, la que baña sus playas, está fría. Para los visitantes cuya referencia es el Mediterráneo, muy fría.

…Y aunque hay que diferenciar las temperaturas del Cantábrico (que llega hasta el límite entre las provincias de Lugo y A Coruña y son algo más cálidas), y las del Atlántico, desde el cabo de Estaca de Bares hasta la desembocadura del Miño, los bañistas que se internan en estos mares demuestran con sus gestos la impresión que les causa la frialdad del agua.

Pues la Costa da Morte está en el centro de la zona de aguas más frías de estas latitudes, que muy excepcionalmente llegan a los 20 grados. El pasado verano del 2013 ha sido una de esas excepciones. Pero mientras en las costas mediterráneas el mar recibe al bañista con 25 y a veces hasta 27 grados, por aquí arriba esos 20 grados son casi inmutables. Y si el visitante hace buceo deportivo, los 20 metros bajo la superficie descienden a una media de 15, de ahí la conveniencia de aprovisionarse de un traje seco que servirá tanto para el invierno como para el verano.

Pero quizás las bajas temperaturas del agua son las que han hecho posible que las playas de la Costa da Morte mantengan aún esa imagen de virginidad que tanto se aprecia al ver los folletos turísticos. Una imagen verdadera, por otra parte, aunque no en todos los municipios.

La mayoría de las publicaciones han convenido que la Costa da Morte comienza en Malpica y las islas Sisargas y finaliza en el cabo de Finisterre (Fisterra según la toponimia gallega). No obstante, firmas autorizadas como la de Cristóbal Ramírez, experto en turismo y conocedor profundo de toda la geografía gallega, extiende la denominación hasta Muros, recogiendo en ella las dos orillas de la ría de Corcubión-Cee, siempre en la provincia coruñesa. Entre estos dos puntos todavía quedan bastantes playas desde las que no se ve ni un solo edificio y sí únicamente naturaleza.

Una de estas playas es la de Trece, en la ensenada del mismo nombre. Está en la mitad del camino de tierra que discurre paralelo a la costa entre Camelle y Camariñas y que pasa bajo el faro del cabo Villano (Vilán). Se extiende entre el cementerio de los Ingleses y el monte Blanco. Como más arriba ya comenté lo de la frialdad del agua, que no invita al baño, no sería necesario informar de que el mar que llega a Trece es bravo, abierto y que las olas suelen embestir con tanta fuerza sobre la arena tras sobrepasar los temibles escollos que hacen incluso peligroso meterse varios metros mar adentro.

Fue allí donde, en noviembre de 1890, naufragó el “HMS Serpent”, un crucero británico. De los 179 tripulantes solo tres sobrevivieron al naufragio, 30 se los quedó el mar y a otros 146 los fue devolviendo a la playa. Son los que descansan en tierra, a escasos metros de donde fueron recogidos por los vecinos de los pueblos próximos.

Pero ya lejos de la trágica historia de estos marinos, la playa de Trece luce su medio kilómetro de esplendor salvaje en las antípodas de lo que son los resorts, las aglomeraciones, los coches y las multitudes. Está rodeada de pinares que llegan hasta el camino y la única edificación que se puede ver es el muro del cementerio donde fueron enterrados los marinos británicos.

Hay otras opciones —también en la Costa da Morte— pero la playa de Trece es la más representativa de esta costa “bastante” virgen. Todavía.

Ensenada de Trece, con la playa a la derecha y el monte Blanco al fondo, en realidad una espectacular duna que asciende por la ladera. Guiarte.com/Lalo Fernández Mayo

Ensenada de Trece, con la playa a la derecha y el monte Blanco al fondo, en realidad una espectacular duna que asciende por la ladera. Guiarte.com/Lalo Fernández Mayo

La ensenada, tomada desde un balcón del faro Villano. Guiarte.com/Lalo Fernández Mayo

La ensenada, tomada desde un balcón del faro Villano. Guiarte.com/Lalo Fernández Mayo

Un monumento: El Faro Vilán o Villano

Semblanzas de la Costa da Morte El periodista Lalo Fernández Mayo, profundo conocedor de la comarca, nos hace cuatro semblanzas de la misma: Un faro.

Cuando se escribe de monumentos el lector parecería defraudado si no se trata de uno de hace mil, quinientos o, al menos, doscientos años.

Pues el monumento más impresionante y representativo de la Costa da Morte es el faro Villano (Vilán en la toponimia gallega). Asentado sobre una gran roca de cien metros de altura, se inauguró nada más arrancar 1896 —seis años después del naufragio del “HMS Serpent”— y fue el primer faro de España alimentado por electricidad, que generaban en las mismas instalaciones.

Allí vivió durante mucho tiempo una pequeña población de técnicos fareros, maquinistas y personal de servicio con sus familias que disponían, incluso, de un maestro para atender a sus numerosas proles infantiles. Con la llegada de la energía mediante una línea eléctrica ya no fue necesario mantener a tanto personal en el faro y aquella pequeña población que vivía todo el año sobre la roca del cabo fue reduciéndose hasta quedar tan solo en el técnico farero de turno y su ayudante. Y en los últimos años, gracias a los controles remotos, el faro está ya totalmente deshabitado.

El gran ojo de cristal del Villano mira desde 125 metros de altura al mar encaramado en una torre octogonal de sillería que se encienden con la luz del atardecer y la hace parecer de fuego, al mismo tiempo que la bombilla de la linterna comienza a emitir sus destellos para avisar a los barcos de que aquella es una costa peligrosa. Entre el edificio de servicio y la torre, que mide 25 metros, sube una escalera que hace muchos años las inclemencias del tiempo recomendaron cubrir.

La espectacularidad del conjunto del cabo, sobre todo cuando la ausencia de nubes permite el paso del sol al ocultarse tras el mar por el oeste y lo tiñe de rojo, merece retrasar la visita hasta el atardecer, después de haber pasado una jornada soleada en la playa de Trece y antes de acercarse a Camariñas, a Muxía, a Corcubión o a Fisterra para darle un homenaje al cuerpo con alguno de los fastuosos productos que llegan desde el mar a sus lonjas.

El faro Villano desde en entorno de Muxía. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda

El faro Villano desde en entorno de Muxía. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda

Un gozo: Percebes y lubinas

El periodista Lalo Fernández Mayo, profundo conocedor de la comarca, nos hace cuatro semblanzas de la misma: Un yantar.

Ya pasamos el día en la playa de Trece, ya vimos cómo se ocultaba el sol frente al cabo Villano y ya estamos asentados en la mesa de algún buen restaurante de la zona.

Evidentemente, los platos de las cartas de todos los establecimientos de la Costa da Morte están llenos de excelentes productos del mar, sean bivalvos, crustáceos o pescados. En la zona hay incluso eventos gastronómicos dedicados a especies como el pulpo o el longueirón.

…Pero para no ser prolijo me ciño tan solo a dos con los que será difícil no acertar en cualquier paladar: de primero, unos percebes simplemente hervidos; y de segundo, una lubina al horno, a la plancha o a la sal.

El percebe es el mar envasado en unos centímetros cúbicos de sabrosa gelatina y se pueden comer todos los que se quiera (o la cartera lo permita) sin miedo a que no nos dejen espacio para dar cabida a la lubina que vendrá después. Y además, un buen plato de percebes es lo mejor para amenizar una gustosa espera mientras el cocinero le da el punto al segundo plato, esa lubina (róbalo, robaliza, baila, Dicentrarchus labrax) que es una de las grandes estrellas de la cocina del mar en general y de la gallega en particular. Al visitante no le será difícil que le digan en qué restaurantes le van a servir los mejores percebes y la mejor lubina de la Costa da Morte.

Y dicho lo anterior aprovecharé un último párrafo para informar a los gastrónomos que en el arranque de la Costa da Morte, nada más pasar Malpica, en la orilla norte de la ensenada de Barizo, encontrará un restaurante que ofrece una carta que es la quintaesencia la cocina de los mares de Galicia. Se llama As Garzas y desde hace varios años es del gusto de los inspectores de la Guía Michelín de restaurantes, que lo mantienen con una de sus estrellas. La columna izquierda de la carta está llena de grandes sugerencias para el sentido del gusto que no quedarán defraudadas y la derecha… está en consonancia. Ambas positivamente establecidas en una escala “a la gallega”.

Los productos del mar tienen un excelente trato en las cocinas de la Costa de la Morte. Plato de pulpo a Feira. Guiarte.com

Los productos del mar tienen un excelente trato en las cocinas de la Costa de la Morte. Plato de pulpo a Feira. Guiarte.com

¿Un pueblo?

El periodista Lalo Fernández Mayo, profundo conocedor de la comarca, nos hace cuatro semblanzas de la misma: Arquitectura popular.

Ha sido fácil hablar de una playa, de un monumento y de la comida de la Costa da Morte. Pero me atasco si quiero pensar en un pueblo para recomendar su visita.

Quizás de cuarenta años para atrás quedara alguno monumentalmente atractivo, pero este territorio nunca fue rico, sino más bien humilde, alejado de grandes ciudades y aislado de ellas por la ausencia de vías de comunicación. Sirva para ejemplificar esta lamentable circunstancia el hecho de que las autoridades de Londres se enteraron del naufragio del “Serpent” antes que las de Madrid. Era 1890, pero desde entonces las cosas solo fueron mejorando muy despacio.

Hace 35 años, los pueblos marineros de esta costa eran, eso sí, muy pintorescos, eufemismo que sirve para esconder que las casas eran modestas y apenas tenían comodidades, su arquitectura era caótica, las calles pedregosas y los servicios públicos o inexistentes o precarios. Recuerda quien esto escribe cómo una simple tormenta que tumbó un poste de la luz dejó a Muxía a oscuras durante toda una jornada de diciembre de 1987.

Y durante el último decenio, el pintoresquismo, si lo había, fue dejando paso a un salvaje desarrollismo urbanístico que ha dejado en estas poblaciones alguno de los paradigmas del feísmo, término que por desgracia es seña de identidad de buena parte de las poblaciones gallegas, tanto de la costa como del interior.

Así que el visitante no podrá disfrutar de este aspecto con el mismo placer que de los anteriormente descritos. Si tiene suerte, podrá celebrar que aún queda en pie algún buen edificio antiguo de piedra, alguna casa señorial e incluso algún pazo.

Poca cosa para la grandeza del paisaje.

El desarrollo urbanístico ha empequeñecido el tipismo de los pueblos costeros. Imagen de Laxe. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda

El desarrollo urbanístico ha empequeñecido el tipismo de los pueblos costeros. Imagen de Laxe. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda

Hórreo e iglesia en Carnota. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda

Hórreo e iglesia en Carnota. Guiarte.com/Manuel Fernández Miranda

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