Etapa 1
Rüdesheim, Lorch, Kaub, Sankt Goarshausen (Loreley), Wellmich, Kestert, Osterspai, Braubach(Marksburg), Lahnstein, hasta Coblenza.
En el Rheingau el Rin interrumpe su viaje hacia el norte y emprende un súbito destino hacia el oeste, que termina pasado Rídesheim.
Poco antes de llegar a Rídesheim, entre esta ciudad y Wiesbaden, está la abadía de Eberbach, fundada en 1136 por cistercienses procedentes de Borgoña, portadores de una gran experiencia de cultivo vinicola, base económica del centro religioso, que terminó sus días en 1803. Interesante el claustro (quedan dos lados góticos), la sala capitular y la austera iglesia.
Rídesheim está dominada por la fortaleza de Brцmserberg, antaño residencia de los obispos de Maguncia, del siglo XII, con un museo del vino. La población tiene su atracrtivo mayor en torno a la Drosselgasse, con sus establecimientos de vino. La calle es corta y está en el centro del casco viejo.
Siguiendo la ruta hacia el norte, aparecen las ruinas del castillo de Ehrenfels, fortaleza del siglo XIII, construida por orden del obispo de Maguncia, y donde se cobraba el tránsito a los pasos de mercancías. Como muchos castillos de la zona, quedó destrozado en 1689 por los franceses.
Pasado AЯmannshausen, se sigue en dirección norte, bordeando el río en dirección a Lorch, y contemplando las siluetas de la orilla opuesta donde están Rheinstein, Reichenstein, Sooneck y la fortaleza arruinada de Fírstenberg.
En Lorch, una parada. La pequeña ciudad discurre a la orilla del río, entre viñedos, y posee una hermosa iglesia parroquial del siglo XIV, San Martín, que conserva excelentes piezas en su interior, como el retablo gótico, del año 1483, y la sillería del coro, de la misma época. La casa Hilchenhaus también tiene una interesante fachada, del siglo XVI.
Siguiendo hacia el norte, pronto se sorprenderá el viajero al contemplar el castillo Pfalzgrafenstein, originario del siglo XIV, hecho sobre un peñón en medio del Rin, como puesto de aduana en el propio cauce. Cerca encontraremos a Kaub, cuyos muros nos recordarán la historia de este lugar en el que los prusianos se hicieron fuertes para avanzar hacia el otro lado del río en 1814. Domina la población el castillo de Gutenfels, de sencilla estructura y torre cuadrangular.
Seguimos en la ruta hacia el norte. Al otro lado del río se perfila Oberwesel, junto al castillos de Schцnburg. El paisaje se hace más agreste y aparece el Loreley, un promontorio rocoso de algo más de un centenar de metros de altura, en cuyo alto el viajero dispone de un centro de visitantes y teatro al aire libre.
Es esta tierra de leyendas, en las que se sigue hablando de tesoros del fondo de Rin. El río camina estrechado entre montes. Aquí apenas tiene 150 metros de ancho el paso, y la corriente es fuerte y profunda. Antaño, las rocas y las corrientes causaban frecuentes naufragios. La leyenda decía que la dama de Loreley, que cantaba desde el roquedo, seducía a los jóvenes y los llevaba al naufragio. La propia mujer se tiró del acantilado para remediar la fatalidad de su encanto.
El Loreley es un excelente mirador. A sus pies está San Goarshausen, localidad que aún tiene restos de sus muros y sendos torreones que testimonian el pasado. Se accede a la montaña desde el propio San Goarshausen. Al lado de ésta pequeña ciudad está también el castillo de Neu-Katzenelnbogen (Burg Katz). El castillo también tiene su leyenda. Se cuenta que los condes Katzenelnbogen, cuando hicieron este castillo, lo denominaron Katz (gato), para afrentar al del arzobispo de Treveris (escasos kilometros más al norte), al que denominaron como Maus (ratón).
El castillo de Maus, se conoce tambien con el nombre de Deuernberg, se halla al lado de la población de Wellmich y aunque en los inicios del XIX quedó prácticamente destruido, posteriormente se ha rehecho con un criterio escasamente histórico.
Al lado de Bornhofen, cuando el Rin inicia un complicado meandro, aparecen dos castillos: Sterrenberg y Liebenstein. Se dice que fueron de sendos hermanos enemistados. Desde las ruinas de Liebenstein se tiene una magnífica vista que domina el valle y el Sterrenberg. Este último tiene su origen remoto; se dice que es el más antiguo de esta zona. Los primeros testimonios escritos del mismo están datados en 1034.
Pasados estos lugares, la ruta, cercana al río, sigue las sinuosidades del cauce hasta enfrentar la silueta poderosa del castillo de Marksburg, en Braubach; el único de este territorio que -según reza su propaganda- no ha sido destruido nunca.
Esa característica, sus sucesivas ampliaciones, y el uso permanente del mismo han facilitado su conservación. Su construcción se remonta al siglo XII, pero sufrió diversas ampliaciones para su adecuación a los tiempos y a los usos, pues, por ejemplo, en el siglo XIX fue una prisión. Hoy el castillo se presenta orgulloso, especialmente con su altísima torre del homenaje. Es la sede de la Asociación Alemana de Castillos. Se puede visitar. Tiene interesantes piezas interiores, como la sala de armas, y un excelente jardín.
Se puede subir al castillo desde Braubach, media hora andando: En Braubach tambien hay otros atractivos que muestran su larga historia, como la poderosa torre de Obertor, y algunas bellas casas de entramados de madera, del siglo XVI, entre ellas la villa Philippsburg, realizada en 1568 cuando los Landgraves de Hessen-Rheinfels dejaron de habitar el castillo de Marksburg.
El ultimo perfil altivo que nos despide este tramo del viaje, antes de entrar a Coblenza es el castillo de Lahneck, en Lahnstein. Este monumento estaba ruinoso en el siglo XIX y fue restaurado con criterios neogóticos, por un empresario inglés.
No faltan las referencias literarias al castillo. Victor Hugo, se refirió a esta enclave ruinoso donde se mezclaban las nubes y el sol; también, tiempo antes, Goethe había admirado los muros derruidos de lo que fue un poderoso fuerte de los príncipes electores de Maguncia, originario de 1240, construido donde se junta el Lahn al Rin, dominando la comuna de Lahnstein y su mina de plata. Entre las dependencias destacadas la capilla, gótica y el torreon pentagonal, desde el que se ve la unión de los ríos Lahn y Rin.
Otro elemento destacado de Lahnstein es la iglesia de San Juan Bautista, cuya torre altiva se divisa desde la lejanía, aunque hay más elementos históricos, puesto que el origen del lugar se remonta a tiempos romanos, cuando se ubicó un lugar fortificado en el punto donde se juntan los dos río.
La vieja torre de piedra del fuerte romano dió nombre al pueblo. En la Edad Media el lugar fue cercado de fosos y muros, con 16 torres, y con un castillo, Martinsburg, cuya atalaya hexagonal aun pervive. Quedan en el lugar otros elementos de periodo gótico y románico y un tipico ayuntamiento del entorno de 1500.