Saint-Remi
Sorprendente y bella es la basílica de Saint-Remi en Reims.
Remigio, obispo de Reims, muerto en el año 533 era un notable galo-romano que bautizó en el final del siglo V a Clodoveo, rey de los francos. Su cuerpo se depositó fuera de las murallas de la ciudad, en una capillita que se transformó pronto en un centro de peregrinación.
Diversos templos fueron edificados para realzar el lugar. El grandioso edificio actual fue edificado desde 1007 hasta el siglo XIX. En el exterior queda bastante disfrazada la obra románica y resta airoso el ábside gótico.
Superados los difíciles momentos revolucionarios, después de la expulsión de los benedictinos en 1793, con motivo del decimocuarto centenario del bautizo de Clodoveo, en 1896 se efectuaron diversas obras, entre ellas la magnífica lámpara de bronce dorado, circular, símbolo de la Jerusalén Celestial, con las doce tribus –doce torres- y con 96 velas que evocan los años de vida de San Remigio.
La primera guerra mundial causó gravísimos destrozos y hundimientos. En 1958 –tras cuarenta años de reconstrucción- se repuso el culto en el lugar.
El templo es extraordinario. En sus 126 metros de longitud, 28 de anchura y 25 de altura de nave, el viajero se siente anonadado por el arte.
Frente a la apariencia exterior, el interior tiene una belleza inusual. Los brazos del crucero y la parte posterior son románicas; de un románico purísimo y bello. La parte del presbiterio y girola es gótica, de un hermoso gótico primitivo.
En el presbiterio está la monumental obra del mausoleo del santo obispo.
La sobriedad y belleza de este interior son impresionantes. La fortaleza del mismo es notable. Sobresalen aspectos como las magníficas vidrieras del siglo XII, las amplias tribunas y la magnífica luminosidad. En suma un lugar sorprendentemente grandioso.
El Museo de Saint-Remi conserva diversos objetos relativos a los coronamientos, historia y arqueología.