Iglesia de San Martín del Agostedo (León)
San Martín del Agostedo, en la Somoza, León
San Martín del Agostedo, León
El río Turienzo ante San Martín del Agostedo
Por Tomás Alvarez
Enclavado en la comarca de la Somoza, tierra de antiguas explotaciones mineras romanas en el entorno de los montes del Teleno, se halla San Martín del Agostedo, lugar con medio centenar de habitantes, según el Censo del INE. Pertenece al Ayuntamiento de Santa Colomba de Somoza(León).
Este territorio del entorno suroccidental de Astorga posee un elevado número de pequeños pueblos de sencilla arquitectura tradicional de piedra, aunque la despoblación, el declive económico y a veces la ignorancia, va originando la ruina de muchas edificaciones.
El pueblo más conocido de la zona es Castrillo de los Polvazares. El viajero encontrará otros en los que se sorprenderá agradablemente, tales como Turienzo de los Caballeros o Rabanal del Camino.
Algunos otros no tienen fama, pero conservan espacios geográficos y rincones con cierto sabor. Uno de ellos es San Martín del Agostedo, con su bella iglesia de doble campanario, armoniosa portada de época renacentista, y su rústico patio empedrado ante ella.
Es este un lugar de larga y sencilla historia, ubicado a la vera de la Carrera de Galicia o Camino Gallego, que en la antigüedad fue recorrido por los peregrinos, arrieros, mercaderes o los segadores que durante el verano bajaban desde Galicia a la Meseta Norte para ganar unos jornales en los tiempos de la siega del cereal.
El Camino unía las tierras gallegas con La Bañeza y Benavente, pasando por el puerto de Foncebadón. Avanzaba desde Rabanal por San Martín del Agostedo, el Val de San Lorenzo, Matanza, Bustos, Palacios de la Valduerna y La Bañeza, para unirse a la Vía de Plata que enlazaba Extremadura y Astorga.
La literatura odepórica nos narra la existencia de viajeros famosos y peregrinos que tomaron este camino, tales como el alemán Jerónimo Münzer, quien pasó la noche en el Val de San Lorenzo, o el fraile italiano Giacomo Antonio Naia, autor de una deliciosa crónica de su viaje a Compostela, quien pasaría en dos ocasiones por allí. En su época –Siglo XVIII- parece que funcionó un hospital para transeúntes y peregrinos en el lugar.
Fiel a la vocación caminera, San Martín fue lugar de residencia de gentes dedicadas a la arriería, tal como se detecta en el catastro de Ensenada; un lugar que nunca fue grande.
El Diccionario de Pascual Madoz nos lo retrata así, en la primera mitad del siglo XIX: lugar ubicado en un valle, con un clima no muy frío, donde las enfermedades comunes son catarros y pulmonías. Poseía una veintena de casas, pero contaba con una escuela de “primeras letras” que funcionaba a temporadas. La iglesia parroquial estaba dedicada a la Expectación de Nuestra Señora.
Poseía buenas aguas potables, pero un terreno de mala calidad, donde se producían centeno, patatas, algún lino y pastos. Entre la ganadería, el vacuno, lanar y cabrío. Era tierra de caza y en su río se pescaban las truchas. Tenía entonces 90 habitantes y pertenecía al ayuntamiento de Turienzo.
En lo arquitectónico, lo más agradable es la iglesia, construida en el siglo XVI, con nave única y un retablo mayor del XVIII. La sencilla hermosura de la edificación se enturbia al contemplar en su derredor casas en franca ruina. En el casco urbano pervive esa doble sensación, las bellas y sencillas construcciones de aire tradicional alternan con otras castigadas por el paso del tiempo. Como en muchos lugares leoneses, la despoblación causa estragos, como también la gestión municipal que permite en ocasiones construcciones de escaso gusto que empobrecen el panorama de los pueblos.
Es también agradable la zona en torno al río Turienzo, corriente que fluye con ímpetu en los meses más fríos, pero que en los días de calor apenas es más que un reguerillo.
Si el viajero quiere disfrutar de la gastronomía, en Casadela –un restaurante pequeño ubicado en una edificación tradicional- descubrirá una buena oferta, en la que no falta un buen bacalao. Las cocinas de estos territorios por donde circulaba la arriería maragata siempre tuvieron fama por su maestría a la hora de cocinar tanto los productos (carnes) de la tierra como los que procedían de las costas gallegas.