El espíritu del Duero
Dicen los habitantes de esta ciudad que en Oporto sólo amanece cuando un rayo de sol ilumina las aguas del Duero poco antes de entrar ambos en el mar.
Entre la fascinación de la historia, la leyenda de sus vinos y la capacidad de invención de sus gentes, esta ciudad, la segunda más importante de Portugal, ofrece este año a sus visitantes una agenda densa y rica de actos culturales dignos de la más exigente metrópoli europea.
La visión de la ciudad desde la orilla opuesta, desde el malecón de Vila Nova de Gaia, pone en manifiesto la importancia estratégica y la antigüedad de la misma. Aquí nació el nombre de Portugal (Porto-Calem). Aquí se armaron muchas carabelas de los descubrimientos portugueses. De aquí salieron capitanes y arzobispos a la guerra contra el infiel, a la conquista de Ceuta y de Tombuctú.
Pero Oporto es ante todo un reflejo del Duero: las fachadas de su antiguo barrio de pescadores se miran en el agua con el mismo esplendor que los cinco puentes (dos de ellos de estilo Eiffel).
Como testigos de honores seculares, se balancean sobre sus aguas dulces las barcazas que en otro tiempo sacaban hasta la bocana del puerto los toneles con sus famosos vinos que viajaban a Francia e Inglaterra.
Es posible visitar, gratuitamente, todas las bodegas en donde se elaboran esos caldos de sabor único. Hay degustación de lo mejor de la cosecha. Luego, a través del famoso Puente de Luis I, se accede a la ciudad baja. Allí viven los vecinos que en argot local se llaman tripeiros: los portuenses de toda la vida, los descendientes de los trabajadores de los astilleros y los pescadores de altura cuyo único mantenimiento de carne eran las tripas de los animales, porque las partes nobles se destinaban a las armadas reales que tenían por misión descubrir el Cabo de Buena Esperanza, la India y el Japón.
Oporto, avenida dos Aliados. Foto de www.porto2001.pt Copyright