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Valentín de Boulogne, en el Louvre

Guiarte.com. 02/03/2017
Considerado como uno de los más grandes artistas franceses, en paridad con Poussin, Valentín de Boulogne pasó la mayor parte de su carrera en Roma, donde recibió encargos de grandes clientes de prestigio, entre ellos el Papa Urbano VIII; Su trabajo también engrosó otras colecciones como las de Mazarino y Luis XIV, en tanto que su obra serviría de inspiración a notables maestros, especialmente del XIX, como David o Courbet.

Este artista y el español José Ribera fueron los que ocuparon el hueco dejado por el gran Michelangelo Merisi da Caravaggio, a la muerte de este en 1610. Contrariamente a Ribera, que en 1616 se trasladó a Nápoles, entonces bajo dominio español, la carrera de Valentín se gestó en Roma, convertido en uno de los artistas favoritos de la poderosa familia Barberini.

Independiente como Caravaggio, y muerto también murió en la flor de la vida, Valentín de Boulogne sobresale por su uso del claroscuro y el realismo y su tratamiento de temas de la vida cotidiana (tabernas, conciertos, mártires y santos...) pero también posee un toque personal de introspección y melancolía, unido a su sensibilidad colorista de inspiración veneciana.

El Louvre, que tiene la colección más amplia de obras del artista, se ha asociado con el Museo Metropolitano de Nueva York para poner en marcha la primera monografía dedicada a este artista, reuniendo un excepcional conjunto de trabajos procedentes de diversas instituciones. Es comisario del evento Sébastien Allard, conservador, director del Departamento de Pintura, Museo del Louvre.

La exposición ofrece un recorrido cronológico. En primer lugar el artista entre los años 1610 y 1620, cuanto opta por pintar temas cotidianos aprovechando sus modelos, tipos del pueblo romano: los jugadores de cartas, tramposos, escenas de taberna, la quiromancia. Son obras de encuadre apretado, figuras escultóricas, acusado claroscuro y fuerza dramática.

Después de la década de 1620, la retórica de las composiciones se vuelve más importante como la complejidad de los gestos y personajes. Las composiciones simples dieron paso a las más monumentales, tanto con figuras aisladas o escenas colectivas. Algunos trabajos acuden a referencias de la antigüedad. Los gestos están marcados por una especie de teatralidad y el claroscuro se ve atenuado por una paleta cromática más rica. En algunos trabajos se detecta una cierta melancolía.

Finalmente los años 1627-1630 son los de la gloria y la obtención de pedidos de la familia Barberini y de propio Papa Urbano VIII. Para la familia Barberini, Valentín pintó una de las más sorprendentes obras del siglo XVII, La alegoría de Italia. En las obras de este periodo se expresa la ambivalencia entre la tensión hacia el naturalismo y una forma de idealismo, que introduce una nueva dimensión sorprendente. Es en esta época cuando Valentín de Boulogne, a través de la intervención del cardenal Francesco Barberini, recibió el encargo de un retablo para la misma basílica de San Pedro.

El prestigio del autor hizo que el cardenal Mazarino, ministro de Luis XIV, hiciera una gran compra de obras del mismo ya cuando el artista había fallecido. De esta forma numerosas obrar entraron en las colecciones reales y hoy son joyas del Louvre. El rey adquirió también una serie de evangelistas, todavía en la Cámara del Rey en Versalles.

Valentin de Boulogne. Christ chassant les marchands du Temple. 1618-1622.

Valentin de Boulogne. Christ chassant les marchands du Temple. 1618-1622.

Valentin de Boulogne. Judith et Holopheme. 1627-1629.

Valentin de Boulogne. Judith et Holopheme. 1627-1629.

Valentin de Boulogne. David et Goliath. 1615-1616.

Valentin de Boulogne. David et Goliath. 1615-1616.

Valentin de Boulogne. L`innocence de Suzanne reconnue. 1621-1622.

Valentin de Boulogne. L`innocence de Suzanne reconnue. 1621-1622.

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