Música y mar
El viajero se siente a gusto cruzando la frontera de España con Francia a su paso por Hendaya. Sabe que le esperan sorpresas agradables.
Le ilusiona pensar que en una hora de viaje llegará hasta las landas francesas, cuya costa aparece bordeada por dunas muy similares a las de cualquier desierto africano. El país de Napoleón también invita a soñar. Pero hasta llegar a Moliets, que es nuestro destino, aún faltan por recorrer 85 kilómetros de color y variedad. El viajero aprovecha para tomar un café en una terraza de San Juan de Luz. “Bonjour” dice una amable y atenta camarera, mientras en el aire suena una canción que no entiende del todo, pero que, debido al susurro de las eses suaves de la lengua de Budelaire, va embriagando al visitante hasta el punto de quedar embobado. Estamos en el país del amor.
Mientras tanto, como por arte de un poder supremo, casi en columbra, a lo lejos el horizonte combado junta cielo y mar. Por un momento uno cree que vive un sueño.