La luz... en el Camino
El Camino de Santiago no conduce al Apóstol, sino al interior de uno mismo.
El fotógrafo Amando Casado y el poeta Antonio Gamoneda han unido imágenes y voz para alumbrar esa ruta en la que cada día se produce un nuevo milagro, el reencuentro del ser humano con ese Yo que alberga en su interior, escondido bajo los pliegues de la tensión, el estrés, la publicidad, el tráfico, la contaminación y las amarguras.
“Veo la Luz” es el título de esa obra sugerente en la que se aúnan textos, imágenes y voces para dar vida a un libro que merece la pena tener sobre la mesita de noche para, antes de cerrar los ojos, empapar el alma de belleza y sentimiento.
Amando Casado no ha recorrido el Camino, pero lo conoce bien. Al menos, ha hecho una veintena de trabajos sobre el mismo, tanto sobre el itinerario clásico, el Camino Francés, como los ramales que van por la orilla del Cantábrico o del Atlántico.
A él le ha llamado la atención el espíritu del peregrino, movido a la ruta por razones de todo tipo: huida del estrés, promesa, sugerencia del siquiatra... Y ha encontrado que el viajero se descubre a sí mismo merced a una insólita metamorfosis, en el transcurso de un viaje en el que se despoja de toda la hojarasca para revestirse de la nada.
No hay un relato lineal en el argumento del libro, sino una sucesión de instantes, en los que aparecen sombras de viajeros o cigueñas, soledades y nubes rojas...
Acompañado por las palabras de Gamoneda, el lector-visitante se adentra en unos espacios en los que puede encontrar un taller en el que los volúmenes metálicos semejan obras de Richard Serra o una pared de azules que se halla a medio camino de Piet Mondrian o Mark Rothko.
Espíritu, naturaleza y arte... y sombras humanas. Tal vez la fotografía más representativa sea esa en la que aparece una pared verdeante en la que se halla incrustada una sencilla cruz... y una sombra blanquecina que pasa; la sombra leve del hombre, con su nada, desfilando entre la naturaleza, la religión y la historia.