Entre dioses y piratas
Alguien me contó que en el séptimo día, cuando Dios terminó la creación, se asentó en las Cíes.
En la Edad Media le acompañaron algunos monjes amantes de soledades, pero los piratas -desde los normandos a Francis Drake- la contaminación ambiental y el desastre del Prestige debieron de obligar hace tiempo a la divinidad a marcharse a otro lugar.
Aún así, una visita a las islas merece la pena para aquellos que tienen un poco de espíritu de Robinson y capacidad para soñar.
Vigo ya se ha desperezado cuando, a las 10,30, sale desde el puerto el primer barco a las Cíes, cargado de turistas -la mayoría amantes de la naturaleza- dispuestos a buscar un trozo de costa casi virgen, en medio de un territorio, el gallego, donde el cemento ha avanzado hasta la orilla del mar. La propia ciudad de Vigo parece una pústula de hormigón vertical en una costa en la que la geografía fue generosa en belleza.
Las islas integran un diminuto archipiélago anclado en la bocana de la ría, un espacio de poco más de cuatro kilómetros cuadrados, sobre el que se elevan varias cumbres, la mayor de 197 metros de altura. Las Cíes pertenecen al Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia desde 2002.
La albufera tras las dunas de la playa de Rodas. Guiarte Copyright