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Cuentaviajes Islas Cíes: De dioses y piratas

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Las Islas Cíes, guardianas de la Ría de Vigo, pertenecen al Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia desde 2002.

Entre dioses y piratas Islas y playas Blancos, verdes y azules Paisajes Y volver, volver...

Las Islas Cíes son las guardianas de la Ría de Vigo, un paraje que merece la pena visitar, sobre todo para quienes tienen un poco de espíritu de Robinson, amor a la naturaleza y capacidad para soñar. Un cuentaviajes con texto y fotos de Tomás Alvarez. Imagen de guiarte.com

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Las Islas Cíes, guardianas de la Ría de Vigo, pertenecen al Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia desde 2002.

Entre dioses y piratas

Alguien me contó que en el séptimo día, cuando Dios terminó la creación, se asentó en las Cíes.

En la Edad Media le acompañaron algunos monjes amantes de soledades, pero los piratas -desde los normandos a Francis Drake- la contaminación ambiental y el desastre del Prestige debieron de obligar hace tiempo a la divinidad a marcharse a otro lugar.

Aún así, una visita a las islas merece la pena para aquellos que tienen un poco de espíritu de Robinson y capacidad para soñar.

Vigo ya se ha desperezado cuando, a las 10,30, sale desde el puerto el primer barco a las Cíes, cargado de turistas -la mayoría amantes de la naturaleza- dispuestos a buscar un trozo de costa casi virgen, en medio de un territorio, el gallego, donde el cemento ha avanzado hasta la orilla del mar. La propia ciudad de Vigo parece una pústula de hormigón vertical en una costa en la que la geografía fue generosa en belleza.

Las islas integran un diminuto archipiélago anclado en la bocana de la ría, un espacio de poco más de cuatro kilómetros cuadrados, sobre el que se elevan varias cumbres, la mayor de 197 metros de altura. Las Cíes pertenecen al Parque Nacional de las Islas Atlánticas de Galicia desde 2002.

La albufera tras las dunas de la playa de Rodas. Guiarte Copyright

La albufera tras las dunas de la playa de Rodas. Guiarte Copyright

Islas y playas

Oficialmente son tres las islas: la de Monteagudo, al norte; la del Faro, en medio, y la del sur, San Martiño.

Pero en realidad, eso era antes, porque entre las dos más septentrionales se hizo una pasarela de cemento que con los años ha acabado consolidando un espacio arenoso, sobre el que se ubica una famosa playa, la de Rodas, una lagunilla o albufera, y unas dunas.

La famosa playa de Rodas ya se ve desde la lejanía, cuando el barco va acercándose al archipiélago. Hace un par de años un diario británico, The Guardian, la definió como la más bella del mundo, y con ello reforzó -más bien mitificó- un eslogan que ha contribuido a la promoción del lugar y -sin duda- a beneficiar a la empresa que explota la línea que une Cangas, Vigo y Bayona con este territorio despoblado.

Bueno, un territorio casi despoblado, porque en él sólo hay unos guardianes del Parque y los campistas, que tienen prohibido permanecer allí más de quince días.

Pero esta tierra parece que siempre fue habitada, desde la antigüedad, e incluso hubo por aquí un pequeño monasterio en la Edad Media… La despoblación final llegó en el siglo XX, época de las grandes emigraciones gallegas.

Territorio que pisaron gentes de todo pelaje, desde los piratas del Norte al famoso Francis Drake, islas que algunos han identificado con las míticas Casitérides, las Islas del Estaño, citadas por los historiadores de la antigüedad…

Playa de Nosa Senora, al fondo, algún náufrago alzó una bandera pirata. Guiarte Copyright

Playa de Nosa Senora, al fondo, algún náufrago alzó una bandera pirata. Guiarte Copyright

Blancos, verdes y azules

Desde el barco, la playa de Rodas, de algo más de un kilómetro de longitud, aparece idílicamente desierta.

El sol de la mañana ilumina sus arenas blanquecinas que refulgen en medio de un espacio de verdes y azules. Verdes de la vegetación isleña y azules de mar y cielo.

Poco a poco, el vientre del catamarán va echando sobre el desembarcadero unos cientos de viajeros, que vienen provistos de mochilas, sombrillas y neveras con viandas y bebida fresca. Es verano, y en el lugar apenas hay tres establecimientos en los que comer.

A medida que salen de la embarcación, la mayoría toma la senda que avanza hacia el sur y se va desparramando, bien a lo largo de la playa o en los bosquecillos donde se ubican providenciales mesas de duro granito, en las que el viajero puede dejar sus libros o viandas, para acercarse al agua, tan fresca como cristalina. Muchos sobrepasan la zona del camping para alcanzar el entorno de la Playa de Nosa Señora, pequeña, pero de aguas clarísimas y arena especialmente blanca. Desde allí se contempla el estrecho que separa la isla del Medio y la más sureña, la de San Martiño, en cuyo centro aparece otra recoleta playa, prácticamente desierta…

Aún hay otra playa en el archipiélago, la de Figueiras, en la isla de Monteagudo, apetecida por nudistas.

Los turistas llegan a la playa, aún desierta. Guiarte Copyright

Los turistas llegan a la playa, aún desierta. Guiarte Copyright

Paisajes

Y para los andariegos otras alternativas: los paseos por rutas señalizadas, entre las cuales está la que nos lleva, tras dura subida, hasta el Faro. Desde allí, la mirada goza con el paisaje.

Hace ahora unos treinta ańos paseé por primera vez por las islas. Aún tengo grabadas aquellas sensaciones. La playa de Rodas era menos pendiente y el agua más rica en vida. Pero ahora sigue siendo un estupendo lugar para relajarse y sentir un goce robinsoniano.

Aún es placentero el disfrute de esta naturaleza, de unas islas casi libres del sello del cemento, la contemplación de esos espacios agrestes del frente atlántico, y esos bosquecillos crecidos al abrigo de los vientos en la parte oriental del archipiélago.

Los expertos en fauna verán de cerca cormoranes y gaviotas; éstas apenas se asustan de la cercanía del ser humano. Me puse al lado de una de ellas en mi ultima visita y le acerqué un trozo de empanada disfrutó de ella. En Galicia las empanadas son excelentes.

La gaviota, desde la raíz de un pino, mira tranquila al fotógrafo. Guiarte Copyright

La gaviota, desde la raíz de un pino, mira tranquila al fotógrafo. Guiarte Copyright

Y volver, volver...

También es interesante la fauna marina, y el viajero tiene la posibilidad de practicar la inmersión, tal como le pueden informar en el propio camping.

De las especies vegetales, se dice que hay al menos 250, entre ellas abundantes pinos y bosquecillos de acacias, introducidas a mediados del siglo pasado, además de arbustillos diversos y hasta la "hierba de namorar", antańo propicia para adquirir novio.

Además de belleza, el espacio tiene también un interés educativo. El viajero, aprende que no ha de hollar con sus pisadas las dunas, para salvaguardar la calidad del ecosistema, ni debe arrojar desperdicios. En la propia ventanilla de venta de billetes, se le da a cada pasajero una bolsa para que se traiga a tierra la basura, tras la visita al paraje protegido.

Aunque deterioradas por la propia degradación de la ría, merece la pena esforzarse por conservar estas bellas islas de Galicia.

Atardece. El barco regresa. Las Cíes quedan en la lejanía. Guiarte Copyright

Atardece. El barco regresa. Las Cíes quedan en la lejanía. Guiarte Copyright

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