Desde Galicia / tierra de alquimia
UNA SEMBLANZA DE EUGENIO F. GRANELL
A pesar de la paloma que se desangra
sobre el blanco mantel
a Granell
llegan seres agujereados por la antimateria
se sienta ante una mesa invisible
y entonces empieza la fiebre del color .... En La Coruña, y en el año 1912, nace Eugenio Fernández Granell. “Dicen que fui un niño prodigio, travieso y bueno (...), si lo dicen será porque fue verdad”. “Además yo quería haber nacido en el trece. Me fastidiaba que no fuera así, pero me conformé cuando descubrí que los números del año suman trece”. Cada vez que nos veíamos me decía que a él le hubiera gustado nacer en un trece como yo.
Fallece en Madrid el día 25 de octubre del 2001. A los 89 años, tiempo suficiente para acoger una inquietud desbordante, o sencillamente creativa. Eugenio fue músico, novelista, poeta, ensayista, escultor, pintor, revolucionario, exiliado y, sobretodo, el compañero inseparable de Amparo, padre de Natalia y amigo de sus amigos.
Inquieto e incómodo, con mirada inocente y pícara, vivaz e inteligente; crítico y exprimidor de cada instante de la vida; sencillamente, fue surrealista; el último gran surrealista de la pintura, máxime después de la muerte del chileno Roberto Matta. Eugenio era un alquimista que saboreó la vida en sus mieles y en sus hieles, mas nunca rencoroso con la que le tocó en suerte.
Su formación y profesión inicial fue de músico, violinista en concreto. Fernández Bordas de violín y Conrado del Campo de composición, sus maestros. Pretendió ser un virtuoso y aprender al lado de grandes maestros, pero la ruina económica de la familia, en 1928, le obligó a ser concertista y músico por los cafés madrileños.
Necesita ganarse la vida, mas el apremio económico no cercena su bohemia: frecuenta tertulias, por ejemplo La Granja del Henar, y escribe para revistas, por ejemplo “Leviatán” que dirige Luis Araquistaín.
El jardín de la sirena. Óleo sobre tabla, 1842.