Viaje al pasado
Conques es un milagro. El viajero que llega allí, después de recorrer sinuosas carreteras de las estribaciones del Macizo Central francés, tiene la sensación de que acaba de pasar, por alguna puerta invisible, a un mundo lejano en el tiempo. Todo Conques sabe a historia.
El visitante debe dejar el automóvil –obligatoriamente- antes de entrar al lugar. Luego caminará sin prisas junto a las casas de factura tradicional, la mayoría con entramados de madera; podrá entrar en algún taller artesanal que abre sus puertas para gozo del transeúnte, y curioseará en los establecimientos turísticos que tienen, en general, un aire respetuoso con la estética.
En Conques el tiempo parece detenido. Un detalle lo corrobora: ¡Allí no hay ningún cajero automático!
A medida que se penetra en el lugar, la sensación de alegría se reafirma. A la belleza del conjunto urbano se añada un marco paisajístico sumamente atractivo.
Y el gozo del viajero alcanza su plenitud cuando se halla ante la fachada de la histórica abadía que dio fama al lugar.
La Abadía de Santa Fe de Conques es del siglo XI y XII, aunque en ella hay también obra del XIV y aún del XIX, cuando fueron sobrelevadas las torres de la portada del templo.
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