La sorpresa de Carnac
Uderzo y Goscini, creadores de Asterix y Obelix, situaban la pequeña aldea de los galos rebeldes en un lugar ignoto de la Bretaña francesa. Allí, se suponía, un gordinflón se dedicaba a tallar menhires y a merendar jabalíes.
La realidad no tiene por qué parecerse a la ficción, claro, pero los medios de comunicación –y el cómic es uno de ellos- tienen una gran fuerza didáctica, lo que ha propiciado que la mayoría de los lectores identifiquen los menhires con los galos, y por lo tanto con la época histórica de los romanos.
La verdad es más emocionante que la historieta de Obelix: los menhires, que suelen acompañar a los dólmenes y a otras construcciones megalíticas, son testimonios mudos de ritos y marcas de la prehistoria.
Pueden aparecer en diversas partes del mundo, preferentemente en la fachada atlántica europea, pero si uno quiere ver cientos y cientos de ejemplares, todos juntos, tendrá que viajar hasta Carnac, en Bretaña, tal vez cerca de donde imaginaron los creadores del galo que se cayó de pequeño en una marmita de antídoto.
Domen, en Carnac. Fotografía de Miguel Moreno -guiarte. Copyright