Nápoles, Mayo de 2009
Los frescos rescatados desde el siglo XVIII bajo la capa de lava del Vesubio vuelven a ser admirados por los amantes del arte.
El Vesubio entró en erupción hace prácticamente dos milenos, mostrando súbitamente el poder trágico de la naturaleza. La muerte sorprendió de repente a los habitantes de las ciudades de Pompeya y Herculano. Apresados bajo la lava, quedaron los testimonios de la vida diaria y del arte de aquellas cultas urbes desaparecidas.
Muchos de los tesoros de aquellas ciudades se han recogido en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, que alberga magníficas piezas esenciales para el estudio de aquella sociedad que dejó de existir en agosto del año 79 d.C.
Conocemos aquella tragedia por sendas cartas de Plinio el Joven a Tácito, en las que relata los aconteceres de aquellos 24 y 25 de junio, en la costa sudoeste de la península itálica, catástrofe en la que falleció Plinio el Viejo, tío y padre adoptivo suyo, Procurador de la Hispania Citerior, culto, moralista estricto y ecléctico, que dejó numerosas obras, hoy perdidas todas menos su Historia Natural.
Según el relato, el 24 de agosto era caluroso. Cayo Plinio (Plinio el joven), de 18 años, se hallaba con su madre y su tío (Plinio el viejo) en una villa de la ciudad de Miseno, en la bahía de Nápoles, a unos 30 kilómetros del Vesubio.
Entonces, el monte entró en erupción. Plinio el viejo, a la sazón jefe de la flota imperial allí atracada, murió mientras intentaba salvar a quienes se hallaban en peligro en las inmediaciones del volcán. Se dio cuenta de la catástrofe y decidió cruzar la bahía con algunos barcos en misión de rescate. No pudo desembarcar en ningún lugar cercano a la montaña a causa del calor y la lluvia de cenizas y piedra pómez. Por ello, se dirigió a aun punto situado a 5 kilómetros al sur de Pompeya, donde se refugió en casa de un amigo. Desde allí podían ver el Vesubio, del que surgían en ”varios puntos extensas capas de fuego y llamas impetuosas, a cuyo resplandor contribuía la oscuridad de la noche". Permaneció Plinio en la casa del amigo y al amanecer del día siguiente intentó infructuosamente volver al barco. Murió por efecto de los fuegos y un ataque de asma.
Desde hace unos 200 años, no han cesado de sorprender las apariciones de aquella tragedia y que nos documentan sobre el arte romano.
Desde el 30 de abril, el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles pone ante el publico unos 400 frescos de gran valor, en una muestra que es lo mejor de la pintura conservada desde los días de Roma.
Estos frescos han sido objeto de un proceso de restauración durante una década y ahora se presentan de nuevo, como la mejor colección de pintura romana del mundo, en una exposición que ha sido organizada por Mariarosaria Borriello y Valeria Sampaolo, que recurren a una presentación cronológica de los materiales, extraídos de las paredes de casas como las de los Dioscuros o Villa Boscoreale.
Toda una sucesión de obras de arte que nos permite acercarnos a los estilos, las técnicas, los rituales, los mitos, y revivir de este modo el esplendor de una ciudad, sobre la que cayó la inesperada tragedia.
Las labores de limpieza, conservación y restauración han permitido recuperar los colores antiguos y algunos detalles no observados con anterioridad, a la vez que profundizar en el estudio de las técnicas y los géneros artísticos.
Museo Archeologico Nazionale. Piazza Museo Nazionale, 19. Napoli
Marte y Venus, en una pintura de Pompeya
Sacrificio de Ifigenia. Pompeya, Casa del Poeta Tragico