Los castros
Parece aceptado que existió una cultura castrense, que compartía rasgos propios de identidad en sus construcciones, arte, religión y organización social.
La cultura castrense se muestra, a través de los restos arqueológicos estudiados, como una síntesis de la cultura indígena y la incorporación de elementos de culturas centroeuropeas, como por ejemplo la lengua de raíz céltica. Sin embargo, es también aceptado, por la gran mayoría de investigadores, que no se puede hablar de una cultura celta, propiamente dicha, en Galicia.
Los castros son asentamientos humanos formados generalmente por un conjunto de edificaciones de piedra con base circular, protegidas por varias murallas, también de piedra, y fosos, situados en zonas altas, fáciles de proteger. Se localizan tanto en el interior como en la costa y su origen data de los siglos VI o V antes de Cristo.
La cultura castrense se desarrolló hasta el siglo II d.C, e incluso posteriormente, constituyendo parte de lo que se denomina Cultura Galaico-romana.
En la península del Barbanza, se ha localizado un total de 37 castros catalogados. Entre los que se han realizado trabajos arqueológicos se hallan el de Baroña, Enxa y el de Nadelas. Los de Túme, San Lois o As Pardiñas, todavía no han sido objeto de excavaciones.
En la parroquia de Baroña, dentro del concello de Porto do Son, podemos encontrar uno de los conjuntos arqueológicos más paradigmáticos de la cultura castrense marítima en Galicia.
El castro de Baroña es un asentamiento localizado en una península unida a tierra por un istmo de arena y roca, en un enclave con indudable conveniencia estratégica ya que domina la entrada sur a la ría de Muros y Noia y puede ser divisado desde cualquier orientación. (http://teleline.terra.es/personal/arealo/inicio_castro.htm)
Por los restos arqueológicos hallados en los "concheiros", pequeños yacimientos de deshecho, podemos saber que la alimentación principal de sus habitantes era marisco, moluscos y también algún animal vertebrado.
Asímismo, se han encontrado anzuelos y otros objetos de pesca que indicaban actividad marinera, aunque no hay restos que indiquen la presencia de embarcaciones, lo cual no significa que no utilizaran embarcaciones fabricadas con pieles.
También aparecieron molinos, lo que demuestra que consumían cereales molidos, aunque el desarrollo agrícola debía ser muy limitado. La aparición de huesos, indica que se dedicaban sobre todo a la recolección de frutos silvestres.
El castro de Baroña dispone de un horno para fundir, situado fuera del recinto amurallado, en el que se trabajaría el bronce, el oro y el hierro, estos últimos en menor cantidad. Elaboraban objetos de orfebrería y trabajaban, así mismo, la cerámica, realizando actividades comerciales con ella. Sin embargo, no se han encontrado objetos de valor en estos yacimientos debido a que se cree que sus habitantes abandonaron el castro para trasladarse quizás a una zona con tierras de labor en la vecina Orelán o Queiruga.
Apenas hay restos de enterramientos ni de motivos religiosos, por lo que se sospecha que incineraban a sus muertos. Parece que eran politeístas pero no se cree que dieran especial importancia a la religión, siendo los elementos naturales como la tierra, el sol, el mar etc. sus símbolos de adoración.