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Pello Irazu. Panorama

El Museo Guggenheim Bilbao presenta un análisis de treinta años de trayectoria de uno de los protagonistas de la renovación de la escultura vasca y española contemporánea.

Bilbao, 10 de marzo de 2017
La exposición del Guggenheim se trata de una visión multidireccional en donde el tiempo se pliega en el espacio ofreciendo una especie de paisaje de la obra de Pello Irazu, un artista que, a lo largo de tres décadas, ha desarrollado una sólida trayectoria en la que aborda todo tipo de formatos y técnicas, del apunte diminuto hasta el gran formato, empleando desde el lápiz y la acuarela hasta el papel pintado, la cinta adhesiva o impresiones.

El trabajo de Irazu aborda de manera los problemas que se suscitan en las múltiples relaciones entre nuestros cuerpos, los objetos, las imágenes y los espacios. Compuesta por más de un centenar de obras, la muestra se articula mediante un dispositivo diseñado por el artista, que, a través de algunos de los hitos y piezas más significativas de su carrera, crea un tipo de mirada simultánea en donde pasado y futuro acaban reencontrándose y reactualizándose, en un presente continuo.

Una reflexión en torno al lenguaje escultórico que alterna esculturas tridimensionales de pequeño tamaño, instalaciones colosales, e híbridos objetuales con fotografías, dibujos y pinturas murales, permitiendo al visitante descubrir diferentes formas de expresión plástica, como la figurativa, la geométrica, la documental o la gestual.

El recorrido comienza con los trabajos en soporte fotográfico de las primeras experiencias efímeras de Irazu de mediados de los años ochenta, que darán pie al desarrollo de su primera obra en acero.

En esta primera etapa establece parámetros que le acompañarán toda su trayectoria, como limitar el tamaño de la obra en relación con sus propias posibilidades físicas, o afrontar desde la heterodoxia su acercamiento al Minimalismo y a Oteiza.

Irazu crea en estos años obras de una intensa densidad material. Poco a poco va incorporando el color a través de gruesas de capas de pintura al óleo o mediante aplicaciones de aerosoles.

En esta primera etapa comienza a trabajar en soportes como el dibujo, aunque con las características del género escultórico. Sus dibujos y pinturas no se plantean como bocetos o diseños de esculturas a desarrollar, sino como obras independientes.

En 1989 realiza su primera pintura mural, trasladando cuestiones desarrolladas en el dibujo a situaciones más vinculadas al espacio real. Con sus intervenciones en el muro, Irazu va modificando la percepción del observador a lo largo del recorrido.

Tras una breve temporada en Londres, en 1989 Irazu se traslada a Nueva York y da comienzo a una etapa marcada por la idea de exterioridad. Esta década está representada por obras creadas con materiales industriales ligeros, como el contrachapado o el plástico.

En esta etapa, deconstruye objetos para reensamblarlos de forma discontinua, creando un efecto de extrañamiento sobre el significado de objetos y materiales cotidianos.

En los dibujos y pinturas de esta década, aplica colores básicos sobre papeles encontrados, pintados o impresos y añade nuevas capas a sus dibujos utilizando diversos materiales como la cinta adhesiva.

De regreso en Bilbao, en el año 2000, inicia una nueva etapa en la que sus obras cuestionan los signos que nos rodean mediante formas evocadoras para el espectador, alejadas de sus referentes, creando una sensación de familiaridad, ambigüedad y extrañeza. Irazu se apropia del espacio, combinando la pintura mural con materiales tridimensionales.

En las obras sobre papel las formas son simples y en ellas pueden adivinarse objetos cotidianos, como bolsas o rostros herederos de la historia del arte, a través de la superposición de distintos materiales y cuerpos transparentes.

Sus trabajos más recientes debaten la noción de la representación en escultura a través de procesos de reproducción, como el moldeado en escayola, la fundición en aluminio, bronce o acero, o la fotografía. Irazu crea piezas de aluminio fundido que visualmente se asemejan a otros materiales, como el cartón, y las ensambla con tornillos, dando lugar a equívocos entre el material real y el representado.

En un guiño al “eterno retorno”, la exposición concluye donde se inicia, con fotografías y esculturas metálicas que evocan a las que dan inicio a la exposición.

Pello Irazu Acrobat, 2000

Pello Irazu Acrobat, 2000

Pello Irazu Visitante (Gabriel), 2013

Pello Irazu Visitante (Gabriel), 2013

Pello Irazu Feliz, 1988 Construcción en acero y óleo

Pello Irazu Feliz, 1988 Construcción en acero y óleo

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