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Cuna de Cervantes, Patrimonio de la Humanidad

Próxima a Madrid, esta ciudad literaria por excelencia, localidad natal del autor de "El ingenioso hidalgo, Don Quijote de la Mancha", es engañosa para el visitante.

Cervantes se acordó poco de su ciudad natal en sus obras y sólo la mencionó un par de veces. Un simple vistazo a su biografía podría explicarlo: con apenas 4 años, Cervantes, hijo de un cirujano (profesión que en aquella época, 1551, no gozaba, ni de lejos, del prestigio actual) tuvo que abandonar Alcalá junto a su familia, que atravesaba una precaria situación económica.

Por fortuna, ese olvido no ha sido recíproco: desde que a mediados del XVIII se confirmó el lugar de nacimiento del autor de "El Quijote", la ciudad ha reivindicado cuanto ha podido este honor: la plaza que lleva su nombre, ubicada en pleno centro histórico, así lo atestigua.

Otro ejemplo de ese orgullo alcalaíno es el Museo de Cervantes. Ubicado en la casa que le vio nacer, en la calle Mayor, arteria principal del casco histórico, recrea el hogar del escritor Цcon mucha libertad, todo hay que decirlo, ya que muestra unas comodidades de las que dudosamente disfrutó, teniendo en cuenta su humilde origen-, y cuenta con varias salas donde se exponen obras cervantinas impresas desde el siglo XVII hasta ahora.

LA CULTURA, UN HABITANTE MЅS.

Aunque el autor de "El Quijote" es su representante más famoso, el pedigrí literario de Alcalá no acaba en él. Allí nació, casi con toda seguridad, el Arcipreste de Hita, uno de los poetas más destacados del Medievo. También fue el lugar de nacimiento de Manuel Azaña, quien además de presidente de la II República Española, fue un excelente ensayista, periodista y escritor.

Además, en la ciudad complutense Цllamada así por su nombre romano, Complutum- también vivieron insignes plumas de la literatura castellana del XVI y el XVII, como San Juan de la Cruz, Quevedo, Lope de Vega, Calderón, Tirso de Molina... Casi todos, por una sencilla razón: estudiar en la prestigiosa Universidad que el Cardenal Cisneros, impulsor de la Biblia Políglota Complutense, había fundado en 1499.

Durante dos siglos, la Universidad de Alcalá fue el estandarte de la cultura humanista del Renacimiento español. Con su esplendor llegó el de la ciudad, que creció a medida que lo hacía la institución. Se construyeron colegios, conventos, hospitales, imprentas, e incluso, una cárcel para los estudiantes díscolos.

Lo que hasta entonces había sido una villa medieval se transformó en la primera ciudad universitaria de la Edad Moderna.

CIUDAD DE LAS TRES CULTURAS.

La hegemonía cristiana que dio sentido a la Universidad ahogó buena parte de la herencia árabe y judía de la ciudad. Hasta 1492, fecha de expulsión de los judíos de la Península Ibérica, Alcalá se había caracterizado por la convivencia más o menos pacífica entre las tres culturas. De hecho, habían sido los árabes quienes habían dado a la ciudad su nombre actual, al fundar junto al río, en el 719, la fortaleza Al-Qalat Nahar ("castillo sobre el Henares"), hoy derruida.

Respecto a los judíos, su prolongada estancia en Alcalá es perfectamente visible: no hay más que dar un paseo por el barrio de la judería, y contemplar la larga calle Mayor, con sus numerosos comercios y adarves, callejuelas sin salida, que desembocan en un corral comunitario.

Hoy, muchos de esos comercios Цy la propia sinagoga- han sido convertidos en bares, famosos entre visitantes y lugareños por sus generosos aperitivos.

Pero es innegable que el impulso de Cisneros cambió definitivamente el rostro de Alcalá. El Colegio Mayor de San Ildefonso, construido por orden suya en 1501, sería el núcleo alrededor del cual iría vertebrándose la nueva Universidad. En 1553, cuarenta años después de la muerte del cardenal, finalizaban las obras de su maravillosa fachada, orgullo de todo alcalaíno.

Construida en piedra caliza, es todo un museo de escultura al aire libre. Aún hoy, el significado de muchos de sus elementos iconográficos, plagados de referencias al pensamiento renacentista, trae de cabeza a los expertos; pero es un auténtico placer para los ojos del visitante.

Una buena forma de conocer la parte cristiana de la ciudad es seguir la denominada "Ruta de las Cigíeñas", un itinerario que recorre parte del casco histórico, deteniéndose en los numerosos edificios Цprincipalmente, conventos e iglesias- en los que anidan estas aves.

EL DECLIVE Y EL "BOOM" DE LOS 60.

Por desgracia, el objetivo que perseguía Cisneros, convertir a Alcalá en sucesora cristiana de la mítica Atenas, no llegó a cumplirse.

En los siglos XVIII y XIX, el empuje de Madrid precipitó el declive de la Universidad, y con él, el de la propia ciudad. Esa decadencia se consumaría con el traslado de la institución a la capital de España en 1836. A partir de entonces se produjo el desmantelamiento y subasta de sus espléndidos edificios: la mayoría de ellos serían destinados a usos militares y penitenciarios.

La ciudad permaneció adormecida durante buena parte del siglo XX, aunque no dejó de crecer. Tras el atroz paréntesis de la Guerra Civil (1936-39) y la posguerra, el desarrollismo económico de la España de los 60 atrajo a familias enteras desde el campo hasta los núcleos urbanos, y, por su proximidad a Madrid (33 kilómetros), Alcalá no fue una excepción. Nuevos barrios, formados por altos edificios de ladrillo, transformaron por completo su fisonomía.

El escritor y Premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela describiría inmejorablemente esa mutación en su "Nuevo viaje a la Alcarria" (1986): "De repente", decía, "se presenta Alcalá de Henares, la literaria y vetusta Alcalá de Henares que, en la parte que se enseña, parece un suburbio de Los Ѕngeles de California. El centro de la ciudad es ya otra cosa, con su Puerta de Madrid, con sus iglesias y cuarteles, con sus murallas, sus viejos edificios, su Universidad, sus escudos heráldicos, sus soportales, su quiosco de la música y su Círculo de Contribuyentes".

EL DESPERTAR.

Cuando el autor de "La Colmena" escribía esas líneas, la ciudad ya había empezado a despertar del letargo en el que había vivido durante siglo y medio.

En 1976, se elegía el Teatro Paraninfo de la Universidad como sede del Premio Cervantes de Literatura; un año después, la propia Universidad volvía a abrir sus puertas a los estudiantes, pero esta vez como centro laico.

En las tres últimas décadas, en definitiva, la cultura ha vuelto a tomar un papel protagonista en la ciudad. Algunos de los colegios, como el de San Ildefonso o el de la Compañía de Jesús, han retomado su espíritu original, convirtiéndose en facultades. Otros, como el de los Manchegos, no han corrido la misma suerte: lo que queda de él es hoy una peluquería.

Pero Alcalá ha realizado un importante esfuerzo por recuperar su pujanza cultural, que se vio recompensado con la declaración de Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, el 2 de diciembre de 1998, en reconocimiento a su historia "como capital de las Letras y las Ciencias durante el Renacimiento y el Siglo de Oro".

Uno de los últimos ejemplos de ese despertar es la reapertura del Corral de Zapateros, auténtico tesoro del teatro, considerado el corral de comedias más antiguo de Europa. Construido en 1601, sufrió varias remodelaciones que acabaron convirtiéndolo en una sala de cine durante el Franquismo.

Afortunadamente, hace 20 años se decidió recuperar su uso original. Tras una meticulosa restauración, acaba de reabrir sus puertas, aunque la funcionalidad no es, precisamente, su mayor cualidad: su reducido aforo -apenas 200 localidades- y su pequeño escenario hacen que sólo se utilice para ocasiones muy señaladas.

ANTES DE CISNEROS.

El pasado de Alcalá no se limita a aquella visionaria ciudad universitaria de Cisneros. Antes, mucho antes de aquello, los romanos fundaron el poblado Complutum. La hipótesis más probable para explicar el origen de este topónimo remite al término latino СcompliviumТ (confluencia de aguas), en alusión a los numerosos ríos que se unen en esta zona (el más importante, el Henares), y a la existencia de lagunas en sus alrededores.

Fue durante la época romana de Alcalá, concretamente en el 305, cuando, según cuenta la leyenda, tuvo lugar el martirio de los niños cristianos Justo y Pastor, conocidos como "los Santos Niños". Los pequeños, de 7 y 9 años, fueron cruelmente ajusticiados por Daciano, un pretor enviado desde Roma por Diocleciano para acabar de una vez por todas con los seguidores de Jesucristo.

El emperador fracasó en su empeño: un siglo después, su Imperio se había derrumbado, y la Península Ibérica estaba ya bajo dominio de los Visigodos, que adoptaron el cristianismo poco después de su llegada. Fue entonces cuando aparecieron unos restos humanos que, supuestamente, pertenecían a los de los "santos niños".

El obispo de Toledo, Asturio, ordenó construir una pequeña ermita en el lugar donde fueron martirizados. Más de 1.000 años después, aquel modesto templo fue sustituido por la majestuosa Iglesia Catedral Magistral, erigida a instancias de, quién si no, el Cardenal Cisneros..

Por Antonio Muñoz Vélez

Miguel de Cervantes Saavedra.

Miguel de Cervantes Saavedra.

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