Imagen del anfiteatro de Segóbriga, en Saelices, Cuenca. Foto guiarte. Copyright
Columnas, ante el teatro de Segóbriga. Foto guiarte. Copyright
A poco más de 100 kilómetros de Madrid, por la carretera de Valencia, la Nacional 3, aparece el pueblo de Saelices, en un cerro, dominado por una robusta iglesia. Nada se presenta al viajero como extraordinario, aunque en realidad se le recomienda hacer una parada.
Muy cerca del lugar, al sur de la autopista que une Madrid con el mediterráneo, está la vieja ciudad de Segóbriga, o mejor sus ruinas, en las que se testifica el pasado esplendor de la urbe, un esplendor que queda refrendado para el curioso si extiende su investigación hasta el Museo de Cuenca, donde se conservan excelentes piezas halladas en este apartado y desierto lugar manchego.
Se localiza Segóbriga en una elevación, enclave conocido como Cabeza del Griego, que tiene una altitud de 875 metros sobre el nivel del mar, cerro bien defendido mediante su elevación natural.
Esta zona ya estaba ocupada por asentamientos humanos en la Edad del Hierro. A la misma llegó Viriato en una de sus expediciones. La urbe se desarrolló sobre todo en tiempos de Augusto, cuando se construyeron diversos elementos de infraestructura y edificios públicos.
El teatro y el anfiteatro fueron iniciados en época de Augusto y terminados en tiempo de Vespasiano. Ambos conservan buena parte de su estructura, aunque el mejor conservado de los dos es el teatro. También se pueden apreciar las murallas, unas termas, necrópolis, redes hidráulicas, etc.
Parece ser que en su mejor época la ciudad llegaría a contar con unos 6.000 habitantes. Estaba bien comunicada, mediante vías que conducían de Cartagena a Alcalá de Henares.
Como la generalidad de ciudades españolas, en el Bajo Imperio romano comenzó un decaimiento notable. De poco valió que adquiriese rango episcopal, porque siglos de abandonos y luchas motivaron su despoblamiento total, en la Edad Media.
A la entrada de la vieja ciudad, a la izquierda, aparece apenas marcada en el suelo la ruina de su última gran joya, una iglesia visigótica que fue desmontada aún en tiempos relativamente recientes.
Más adelante aparecen el teatro y el circo.
Un paseo por la urbe sirve para percatarse de lo mucho que aún se puede hallar en la misma, porque está en su mayor parte sin descubrir. También sirve para impregnar el espíritu de aire puro y nostalgia.
Y una curiosidad. Segorbe es sede de obispado merced a la existencia de esta ciudad manchega. Hace unos siglos en una reorganización de las sedes episcopales españolas, quedaba un obispo sin colocar. En la discusión, alguien recordó la existencia de una sede episcopal sin cubrir: la de Segóbriga. Preguntados sobre el lugar a la que correspondía tal sede indicaron que Segorbe, provincia de Castellón. Ese fue el nacimiento del actual obispado de Segorbe.
Saelices podría reivindicarlo.