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El Cebrero

El Cebrero, pueblo de Lugo. España

La arcaica torre de El Cebrero es acorde al paisaje y las viejas leyendas. Foto guiarte.

La arcaica torre de El Cebrero es acorde al paisaje y las viejas leyendas. Foto guiarte.

La arcaica torre de El Cebrero es acorde al paisaje y las viejas leyendas. Guiarte/ Beatriz Alvarez

La arcaica torre de El Cebrero es acorde al paisaje y las viejas leyendas. Guiarte/ Beatriz Alvarez

Palloza en El Cebrero, entre la niebla.  Guiarte/ Beatriz Alvarez

Palloza en El Cebrero, entre la niebla. Guiarte/ Beatriz Alvarez

paisaje en El Cebreiro, Lugo. Guiarte.com/Beatriz Alvarez

paisaje en El Cebreiro, Lugo. Guiarte.com/Beatriz Alvarez

El Cebrero u O Cebreriro es una aldea con aire prehistórico, construida en la cima que separa León de Galicia, allá donde los vientos soplan con furia, mundo de pallozas, nieves y lobos, donde los peregrinos, agotados por el duro viaje, recibían el auxilio de los benedictinos.

Este es un lugar para ver el amanecer. Es impresionante la soledad que reina allí antes de despuntar el día. En medio del silencio y la oscuridad, poco a poco van dibujándose los contornos de las casas de piedra, los techados, la fornida imagen geométrica de la vetusta iglesia, mientras los gallos rompen la aurora con cantos que resuenan sobre las cimas boscosas. Al este se iluminan lentamente las pequeñas poblaciones bercianas y al oeste se desperezan los profundos valles lucenses, con su carga de arcaísmo, misterio y hermosura.

Si la bruma o la lluvia envuelve al paisaje, la visión es todavía más impresionante. La escasa visibilidad solo nos permite contemplar un mundo sacado de la misma memoria de los siglos.

En El Cebrero la historia se amarra al terreno, como la hiedra al rudo campanario rectangular de piedra, de estilo un románico macizo y primitivista. Allí continúan habitables las pallozas celtas, ahora convertidas en museo de etnografía y refugio de caminantes.

En el templo se muestra el cáliz y una patena de origen románico donde, cuenta la tradición, la hostia y el vino se transformaron en carne y sangre, ante el pasmo del monje descreído que oficiaba la misa al lado de un solitario campesino, un día de tempestad.

Mientras celebraba la misa, el monje incrédulo pensaba sobre la inbecilidad de aquel pobre paisano de la aldea de Barxa Major, que, desafiando la inclemencia del clima invernal, había llegado allí para tomar un poco de pan y vino ante el altar. Pero sus pensamientos impíos -dicen las crónicas- se interrumpieron bruscamente al ver las especies sacramentales convertidas en carne y sangre real. Este hecho sirvió de inspiración a Wagner para su Parsifal, y fue motivo de meditación de los Reyes Católicos, quienes dejaron un relicario en la iglesia en 1.486, en el curso de su peregrinaje.

Estamos en una etapa llena de belleza, en la que se unen viejas leyendas con la historia y la hermosura del paisaje. Si el viajero aún está con ansia de naturaleza puede dedicar una jornada a las montañas del sur, la zona de Caurel, salpicada por aldehuelas, con ríos y torrenteras, en medio de bosques de ribera, avellanos, hayedos, tejos y arces, umbrías solitarias frecuentadas por lobos, corzos y jabalíes.

El Cebrero, O Cebreiro, mons Februari o mons Zaberrium, de las viejas crónicas camineras, poblado con sabor a culturas de la edad del Hierro, es como el can Cerbero, el guardián de la entrada a Galicia, abundante en bosques, frutas y fuentes; rica en leche, miel, pescados de mar, oro, plata, tejidos y pieles silvestres; rara en villas, ciudades y sembrados; escasa en pan de trigo y vino, según reza la crónica de Aymeric Picaud.

Extractado del libro El Camino de santiago para paganos y escépticos, de Tomás Alvarez. Editorial Endimion, Madrid.

¿Dónde está El Cebrero?

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