Calzada empedrada en Castrillo de los Polvazares. Guiarte Copyright
Panorámica de los bien conservados edificios del lugar. Guiarte Copyright
Por Artemio Artigas
Bien han hecho las autoridades municipales al colocar a la entrada del pueblo un buen aparcamiento para que la gente avance por el lugar a pie, aunque a muchos de los que van allí les moleste la disposición y no duden en armar el “taco” si la grúa municipal de Astorga -Ayuntamiento en el que está Castrillo- aparece por el lugar para limpiar las calles.
Porque Castrillo merece ser visto sin coches, con sus casas de piedra y mampostería, de escasa altura por lo general, aferradas a una naturaleza que cada vez se va poniendo más boscosa y verde porque la agricultura ha sido totalmente abandonada.
El lugar, alargado, es Conjunto Histórico Artístico, desde 1980, y mantiene un aspecto de pueblo bien conservado, merced en parte al hecho de que las calles no han sido asfaltadas, sino empedradas.
El pueblo esta integrado por excelentes casas agrícolas y arrieras. Tanto unas como otras necesitaban una gran puerta de entrada de carros que daba acceso a un patio en torno al cual se ubicaban los almacenes, cuadras y la vivienda de los propietarios.
Un castro ubicado a las afueras de la población parece ser el origen del nombre del lugar, en tanto que el origen del “renombre” lo debe al cocido.
El cocido es un suculento guiso que se hace con garbanzos, berzas y diversas carnes de cerdo, gallina y vacuno, principalmente. El caldo de la cocción sirve para preparar una sopa no menos sabrosa. El invento del cocido maragato tiene como aliciente tanto los productos de calidad como el orden de la ingesta: se empieza por la carne, se continua por el garbanzo y la berza y si hubiera algún agujero sin tapar en el estómago se termina con la sopa.
Muchos habitantes de Castrillo fueron arrieros, dedicando su actividad al transporte de materiales -en gran medida del pescado gallego- entre la periferia y el centro de España. Las comunicaciones ferroviarias acabaron arrinconando su oficio. Ese es el motivo por el que muchos pescaderos madrileños tienen origen leonés; los mismos arrieros que llevaban el pescado, al fallar el negocio de la arriería, se asentaron en la capital de España como vendedores de los productos del mar.
La pobreza posterior del lugar favoreció la emigración, y cuando la gente con cierta sensibilidad retornó a al pueblo de los ancestros se dio cuenta de que aquel pequeño enclave era una joya fuera del tiempo.
El turismo es hoy el elemento que sostiene a Castrillo. Mucha gente mantiene sus casas en excelente estado para las vacaciones. También hay casas rurales y sobre todo restaurantes que presentan al cocido como oferta reina.
Se dice que la novelista Concha Espina, cuando escribió la Esfinge Maragata, se inspiró en Castrillo, al que rebautizó como Valdecruces. En Castrillo se mantiene, sobre todo en el estío, cierta actividad cultural.