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Nuevas restauraciones en el Prado

Los retratos ecuestres de Felipe III y Margarita de Austria de Velázquez recuperan su calidad y composición original tras la restauración efectuada por Rocío Dávila.

En el marco del proceso de reordenación y mejora de la calidad expositiva de las colecciones del Museo y más concretamente de la colección de Velázquez, cuya reubicación concluyó el año pasado a falta de incluir estas dos obras, se ha procedido a la restauración de Felipe III, a caballo y Margarita de Austria, a caballo.

Las dos emblemáticas pinturas del gran maestro sevillano se muestran ya en la gran sala basilical del Museo (sala de Las Meninas) con sus calidades pictóricas recuperadas.

Los dos monumentales retratos ecuestres fueron realizados por el artista, con ayuda de colaboradores, con destino al Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro como parte de la serie en la que también se incluyen los igualmente célebres retratos ecuestres de Felipe IV, Isabel de Borbón; y el príncipe Baltasar Carlos.

La intervención sobre las dos pinturas, realizada por Rocío Dávila, ha permitido recuperar los valores originales de ambas afectados muy negativamente por la acumulación de suciedad y la alteración del barniz que habían variado las relaciones cromáticas de cada pintura, amortiguando los contrastes y creando un “velo” que reducía los planos espaciales. En el caso de Felipe III, a caballo, anulaba la potencia lumínica del cielo sobre el que se proyectan jinete y caballo.

Además, en las décadas centrales del siglo XVIII se habían añadido a ambos cuadros anchas bandas laterales a izquierda y derecha para adecuar sus tamaños a los de las otras obras de la misma serie, con vistas a su instalación en una sala del recién construido Palacio Real de Madrid. La incorporación de esas bandas afectó mucho la lectura formal de los cuadros, especialmente en el caso de Felipe III, a caballo. Velázquez había optado por una composición en escorzo, que se subrayaba debido al formato marcadamente vertical del cuadro, y que daba como resultado una imagen llena de vigor y dinamismo, a los que contribuía también el luminoso cielo. Con ello, quiso plantear una solución distinta de la que usó para Felipe IV, a caballo. Las bandas laterales añadidas alteraron la idea del artista al otorgar a la obra un formato menos vertical que atenuaba el efecto de escorzo haciendo que la composición perdiera su fuerza y dinamismo originales. En el caso de Margarita de Austria, a caballo, los añadidos también tenían consecuencias para la lectura del cuadro, aunque no tan acusadas. Por una parte, restaban protagonismo al prodigioso caballo; y, por otra, alteraban el paisaje, pues lo que en el original son montañas en la lejanía, con los añadidos se convirtieron en colinas de las que nacían vaguadas.

El hecho de que los añadidos del siglo XVIII fueran pintados sobre una imprimación distinta a la de los cuadros originales ha provocado que el comportamiento de los colores en ambas zonas haya sido distinto a lo largo de estos dos siglos y medio. Por lo tanto, la restauración de ambos cuadros no sólo ha implicado su limpieza, sino también la restitución, en la medida de lo posible, de sus condiciones originales de percepción. Para ello se ha optado por despegar estos añadidos ya que era la intervención menos lesiva a corto, medio y largo plazo, dado que el sistema de unión de las bandas con el cuadro original permitía una intervención muy limpia.

Felipe III, a caballo y Margarita de Austria, a caballo se exhiben ahora en la sala 12 con sus espléndidos valores propios, perdidos parcialmente durante dos siglos y medio por lo anteriormente expuesto. Si hasta ahora no era fácil entender el valor de estas obras dentro del conjunto (más allá del puramente iconográfico), ahora se hace meridianamente claro; y la comparación, por ejemplo, entre los retratos ecuestres de Felipe IV y de su padre muestra ya las dos diferentes formas empleadas por Velázquez para representar la majestad de uno y otro monarca: el sosiego de Felipe IV, representado mediante la impasibilidad de su gesto y el perfil de la composición, frente al dinamismo de Felipe III, que se transmite mediante el escorzo de su caballo y el luminoso cielo ante el que se proyecta. Por todas estas razones, el resultado de esta intervención trasciende a los dos cuadros implicados ampliando sus positivas consecuencias a la comprensión de todo el conjunto.

La reina Margarita de Austria a caballo (antes de la restauración)

La reina Margarita de Austria a caballo (antes de la restauración)

La reina Margarita de Austria a caballo (después de la restauración)

La reina Margarita de Austria a caballo (después de la restauración)

Felipe III a caballo (antes de la restauración)

Felipe III a caballo (antes de la restauración)

Felipe III a caballo (después de la restauración)

Felipe III a caballo (después de la restauración)

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