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La expedición del Pacífico

El Museo de América, Madrid, presenta una exposición que recuerda un interesante viaje científico del siglo XIX. La expedición tuvo una historia agitada, con luces y sombras. …sta es la historia de aquella sorprendente empresa.

A mediados del siglo XIX, una expedición científica salió de España, con objeto de investigar en el entorno americano del Pacífico. Un espíritu maligno pareció cebarse en ella. No llegó a terminarse con arreglo a las previsiones y los ingentes materiales recolectados quedaron sumidos en el olvido.

Entre las expediciones científicas que se centraron en el ámbito del Nuevo Mundo en el tramo central del siglo XIX, destacan tres europeas surgidas desde Viena, París y Madrid. La misión financiada por el Imperio Austrohúngaro salió de Trieste en 1857; desde París surgió en 1864 la Comisión Científica de México. Y entre ambas, en 1862, partió de España la Comisión Científica del Pacífico.

Seis naturalistas (tres zoólogos, un geólogo, un botánico y un antropólogo) y dos auxiliares (un taxidermista y un fotógrafo) zarparon desde Cádiz el 10 de agosto de 1862, en una moderna fragata de hélice de la armada española: Nuestra Señora del Triunfo.

La expedición seguiría una ruta por Canarias, Cabo Verde, Brasil, Río de la Plata, La Patagonia, Islas Malvinas, Cabo de Hornos, Chiloé, costas de Chile y Perú y California.

El momento era de progreso en España. Perdido el grueso del territorio del imperio, el país estaba remontando tiempos de penuria e intentaba acercarse hacía las nuevas naciones americanas, aunque con unos sentimientos confusos entre la hermandad que defendían algunos y la visión colonialista de otros halcones, que impulsaban también la intervención de España en puntos tan dispares como Marruecos o Conchinchina.

Esa dualidad estaba asimismo en el origen de la expedición (realizada en buques de la armada española), cuyo objetivo principal no era otro que estudiar la localización de un enclave estratégico que ensamblara las piezas de los restos del imperio colonial, concretamente buscando una base de apoyo a las Islas Filipinas.

Presidía la comisión científica Patricio María Paz y Membiela, marino aficionado a la malacología, que era básicamente quien enlazaba a los científicos con los directivos de la escuadra; Fernando Amor estudiaba la geología y entomología; Marcos Jiménez de la Espada, era responsable de mamíferos, aves y reptiles; además destacó en trabajos sobre los volcanes y antropología; Francisco de Paula Martínez Sáez, secretario de la comisión, también se centró en la fauna; Manuel Almagro se dedicó a los estudios antropológicos, completando el equipo el botánico Joan Isern y el dibujante y fotógrafo Rafael Castro Ordóñez.

Los científicos desarrollaron una gran labor Цdividiéndose por territorios para abarcar mas espacios- por lugares tan diversos como las Islas Malvinas, La Patagonia, el desierto de Atacama o California, poniéndose en contacto con otros notables investigadores e instituciones internacionales.

Pero los ocho hombres de ciencia formaban parte de una misión de cientos de personas vinculadas a la milicia, en una flota que acabaría tomando las islas Chincha y Lobos, poseedoras de una ingente cantidad de guano (un abono natural que estaba siendo monopolizado por una firma inglesa y que interesaba mucho a los naranjeros valencianos) y bombardeando los puertos de Valparaíso y El Callao.

Lo que se inició como mensaje de paz y cultura terminó mal. En realidad, tras la ocupación militar de las islas se suspendió la misión científica.

A pesar de estos problemas, Martínez, Jiménez de la Espada, Almagro e Isern continuarían por sus propios medios desde Guayaquil en lo que llamaron "El gran viaje" por los Andes ecuatorianos, los ríos Napo y Amazonas pasa salir al Atlántico.

El equipo, encabezado por Jiménez de la Espada Цfundador de la Sociedad Española de Historia Natural y de la Sociedad Geográfica de Madrid-, hizo su "gran viaje" a través de territorio amazónico, entrando en contacto con grupos indígenas en estado prístino: jíbaros, záparos, cotos, canelos, etc., que les proporcionaron información para recolectar sus especímenes de la naturaleza, a la vez que fueron objeto de investigación antropológica.

Fue un hecho histórico, porque se tomó contacto por última vez con comunidades que ya no volverían a ser detectadas, al quedar afectadas por un proceso acelerado de aculturación de la cuenca amazónica.

SOMBRAS DE TRAGEDIA.

Marcos Jiménez de la Espada sería quien hiciese mayores aportaciones en zoología y llegó a ser también un gran especialista en la historia de América. Pero otros no tuvieron idéntica suerte.

Fernando Amor, descubrió al menos 45 especies de nuevos insectos, pero en el momento final de su viaje se encaminó hacia San Francisco, donde murió; el botánico Joan Isern, realizó una labor muy científica; recolectó 8716 especies de plantas, pero resultó mortalmente infectado y falleció nada más llegar a España; Manuel Almagro, el antropólogo, desencantado de la marcha de las cosas, retornó a Cuba, donde se ha perdido su cuaderno de estudios y sus materiales de documentación; Rafael Castro, el fotógrafo y dibujante, abandonó al grupo en Chile por razones amorosas; retornaría a España, pero acabó suicidándose...

HISTORIA DE UN OLVIDO

Una muestra que se presenta en el museo de América de Madrid Цabierta de diciembre de 2003 a mayo de 2004- se centra en aquella expedición. Su título es un acierto: Historia de un olvido".

¿Por qué es un olvido? La historia moderna de la ciencia en España cuenta con escasos proyectos estimulantes en su haber, y el más interesante de todos ellos Цpor sus objetivos y su calidad multidisciplinar- quedó sumido en el olvido oficial durante más de un siglo.

Al regreso de la expedición, en 1866, los miles de objetos de los tres reinos de la naturaleza, con los que se enriquecieron las colecciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales, fueron exhibidos en "la estufa" del Jardín Botánico de Madrid, en la llamada "Exposición del Pacífico", que tuvo gran afluencia de público. Pero, a partir de ese momento, las piezas quedaron almacenadas en las dependencias de este establecimiento, donde permanecieron durante casi quince años, a pesar de que las disposiciones oficiales obligaban a situarlas definitivamente en el Museo de Ciencias Naturales. Allí fueron a parar alrededor de 1880, pero los sucesivos traslados Цel Museo tuvo tres sedes diferentes en aquella época- fueron deteriorando el estado de conservación de las colecciones del Pacífico.

Las piezas tuvieron que esperar en el olvido más de un siglo, hasta 1983 momento en que el Museo de Ciencias Naturales y el Consejo de Investigaciones Científicas acometieron la empresa de identificar estas colecciones perdidas y sacarlas de nuevo a la luz, tarea en la que el Museo de América ha colaborado activamente.

EL TESORO OLVIDADO.

La exposición contó con unos equipos sumamente avanzados para la época. En realidad tenía mejores equipos que proyecto de investigación. Como dato técnico cabe apuntar que ésta es la primera expedición científica en la historia que fue fotografiada.

Gracias a la experiencia de todos ellos, y a la excelente calidad de los equipos con los que se desplazan al Nuevo Mundo fue posible traer en estado de conservación adecuado, y bien documentado, un ingente material disponible para su estudio en todos los campos de la ciencia: Los tres reinos de la naturaleza y de la cultura de los hombres pudieron ser minuciosamente investigados a partir de esta interesante colección.

La pericia de estos científicos supo dar con algunas piezas que, una vez examinadas, pusieron en tela de juicio algunas teorías entonces en boga en toda Europa, fundadas en otros materiales adquiridos en dudosas condiciones y que eran, en buena parte, falsificaciones.

Ana Verde Casanova y Araceli Sánchez Garrido son comisarias de una exposición que tiene un gran interés histórico y antropológico. Ha sido montada con un estilo arcaico, buscando precisamente un aire decimonónico para ambientar temporalmente el proyecto expositivo.

Tomas Ѕlvarez

Ídolo antropomorfo, cultura chimú, aduirido por los expedicionarios en Perú.

Ídolo antropomorfo, cultura chimú, aduirido por los expedicionarios en Perú.

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