La Cabrera es una apartada tierra leonesa donde pervive una increíble arquitectura rural, directamente ligada a la arquitectura de los astures, y una inmensa red de canales romanos de explotaciones auríferas. Este patrimonio único, se deteriora día a día, ante la apatía de los lugareños, desconocedores del tesoro, y una autoridades públicas con más ambición que cultura.
Canales Romanos de La Cabrera
Por Iván Martínez Lobo.
La Cuesta, León, España. Mayo de 2002.
La Cabrera ha sido tradicionalmente una zona de comunicación entre la Meseta y el Noroeste peninsular, aunque ha sufrido con desventaja la mayor facilidad de acceso en ese mismo sentido por Sanabria o Maragatería, como es patente en las actuales comunicaciones.
La influencia que ha tenido en ello su quebrada orografía se ha visto acentuada por el brusco escalón que hay que salvar para pasar de la Cabrera Alta a la Baja o viceversa, puesto que ahí es donde se produce el mayor acercamiento entre las cuencas hidrográficas meseteñas y galaicas, las del Duero y Sil respectivamente. Estas consideraciones geográficas previas se deben a dos motivos. El primero es de índole geohistórica: marcar las dificultadas de la comarca inherentes a su posición en el contexto regional, de forma que pueda comprenderse mejor su relativo aislamiento. El segundo es de alcance patrimonial, puesto que esas mismas dificultades han propiciado una excelente conservación hasta hoy de lo que podríamos definir perfectamente como un paisaje cultural, gran parte de cuyos elementos y estructuras hacen visible de forma inmediata la huella del proceso histórico que representa.
Pero esta conservación sólo llega hasta el día de hoy, ya que los canales que forman la red hidráulica de las Médulas estan siendo sepultados por escombreras de pizarra y por basura de los propios lugareños, que en la mayoría de los casos desconocen lo que les rodea..
La compleja red de canales para aportación de agua hasta los estanques situados en la cabecera del yacimiento de las Médulas constituye uno de los aspectos más laboriosos e impresionantes de todo el sistema concebido para la explotación de oro. Plinio nos orienta y aporta su visión directa de lo esforzado del trabajo: "...Hay que traer ríos desde las crestas de los montes, muchas veces a cien millas de distancia. Creo que les llaman "corrugos", por ser obra de canalizar aguas, y cierto que es grande el trabajo. Conviene nivelar bien la corriente, para que fluya con toda rapidez el agua que se trae desde partes altísimas. Los valles y quebraduras del terreno son franqueadas por canales sobre puentes. En otras partes se demuelen rocas infranqueables y, una vez cavadas, se hacen en ellas asientos para los canales. Aquel que las pica está colgado de sogas, de suerte que el que los ve desde lejos piensa se trate de alguna feroz especie de aves. Estos, en su mayor parte colgando en el aire, nivelan, fijan y señalan las líneas para el camino, de tal forma que no existe lugar donde pueda fijar el hombre sus plantas".
En las Médulas, la captación de aguas se efectuó a lo largo de las dos vertientes de los Montes Aquilanos, partiendo de cotas que, según el canal, oscilan entre los 1.860 metros y los 980 metros de altitud, para llegar al yacimiento con otras que cubren los distintos niveles de la excavación: de 960 a 720 metros.
Un estudio minucioso, con mucho trabajo de campo y apoyos cartográficos y fotogramétricos, nos ha permitido reconstruir con bastante certidumbre, el nacimiento de los canales, sus recorridos, captaciones intermedias, pendientes, trasvases y características técnicas y dimensionales. Descubrir, en suma, una obra que bien merece el calificativo de asombrosa.
Del lado Norte, dos eran los canales. Ambos partían de las fuentes del río Oza, sitas en los históricos y hermosos valles del Silencio y Friguera, ambos en el término de Peñalba de Santiago. Con un recorrido paralelo, en su avanzar iban captando aguas de cuantos arroyos, en el serpentear de las montañas, encontraban a su paso: Pico Tuerto, Valdecorrales, La Raseda, Río Guío, San Adrián, Reguerón, Santa Lucía, Valmayor, Rimor, Ferradillo, Los Alamos, Castañar y Valderío. En total 42 kilómetros de longitud hasta alcanzar Las Médulas por el lado de Orellán.
Del lado Sur, seis son los canales que por la vertiente derecha del río Cabrera alcanzan Las Médulas a través del monte Placías. Los dos inferiores, con un recorrido de 7,5 kilómetros, parten del arroyo Rozana, tomando aguas en su descenso desde el puerto de Ferradillo hacia Pombriego. Los cuatro restantes alargan sus recorridos hasta 33, 43, 53 y 72 kilómetros, respectivamente, bordeando el valle Airoso, en Llamas de Cabrera, y, secuencialmente, alcanzando los arroyos de La Sierra, Rojaín, Cabo o Caprada y Santa Eulalia, éste último muy próximo ya al nacimiento del río Cabrera.
Complementando a esta red principal, los ingenieros romanos aún concibieron dos transvases auxiliares que reforzaban los caudales de los arroyos más necesitados en épocas de estiaje. El primero consiste en una pareja de acueductos que discurren a altitudes próximas a los 1.850 metros, tomando aguas de las fuentes del río Cabo y de los neveros del alto de Las Berdiainas para verterlas sobre el arroyo Barcena, a la altura de la Peña Canales, cuya toponomia no necesita comentario. El segundo transvase, más osado todavía, transportaba agua desde la cuenca del Duero a la del Sil: captar aguas del río Eria, a 1.640 metros de altitud, y transpórtalas a través de la encrespada Sierra del Teleno hasta el Cabo, fuente principal de alimentación de los canales quinto y sexto.
Un total, pues, de 330 kilómetros de canalización -algunos indicios que no nos atrevemos a confirmar podrían denotar transvases adicionales, elevando la cifra hasta 362 kilómetros-, muchas veces excavada en roca, con frecuentes semitúneles sobre farallones verticales, obras de fábrica para contener las tierras e ingeniosos colchones amortiguadores en la captación de los arroyos hacen de esta obra el complejo más importante de cuantos se conocen en la minería romana.
Existe un séptimo canal del lado del río Cabrera del que muchos dirán que también llega a Las Médulas. Cosa equivocada, pues este séptimo, aunque realmente existe, conducía aguas para unas pequeñas explotaciones, también romanas, situadas en Castroquilame.
La toma de numerosos datos de campo sobre la geometría de los canales (dimensiones variables entre 60x160 y 90x130 centímetros, correspondiendo la primera cifra a la profundidad y la segunda a la anchura), pendientes en cada zona (oscilantes entre un 0,62 y un 1,1 por ciento), coeficientes de rugosidad media y caudales aportados por los arroyos que eran captados, nos han permitido determinar, con un cálculo pesimista, que el conjunto de los ocho acueductos aportaba a Las Médulas un caudal medio de 276.480 metros cúbicos de agua al día, equivalentes a 101 millones al año (la aportación de las vertientes Norte y Sur de los Montes Aquilanos supera los 250 millones de metros cúbicos anuales).
A lo largo de las laderas meridionales de los Montes Aquilianos es posible seguir el trazado de los canales que se dirigen a Las Médulas en varios puntos. Sólo me voy a referir a algunos de los más accesibles y fáciles de visitar por ello. Junto al propio Alto de Peñaguda, en la bajada de Corporales a Nogar, puede seguirse el canal a ambos lados de la carretera. Desde este punto, mirando hacia el oeste, se divisan los canales sobre la margen derecha del río Cabo, afluente de cabecera del Cabrera, y en esas laderas está situado el asentamiento de La Peña del Castro de Saceda, al que se puede llegar subiendo desde ese mismo pueblo.
La Peña del Castro es especialmente representativo del tipo de asentamientos castreños directamente vinculados a la construcción y mantenimiento de la red hidráulica de Las Médulas. Situado casi a 1.200 m de altitud, en una zona extremadamente escarpada, ocupa un espolón desgajado del monte por un ancho y profundo foso a cuyo lado pasa uno de los canales. Su superficie habitable es francamente exigua, 820 m2, aunque varios cortes de acondicionamiento en la roca y algunos fragmentos de cerámica común romana revelan su ocupación. Dado que no posee posibilidad de acceso a campos de cultivo en las inmediaciones, su funcionalidad debió estar muy restringida al mantenimiento de los canales, labor por otra parte imprescindible para el uso eficaz de estas conducciones.
Sin llegar a las condiciones extremas del asentamiento de Saceda, toda una serie de castros jalonan el trazado de los canales a lo largo de la Cabrera Baja: El Castro de Nogar, El castro y La Careaba de Castrillo, El Castro de Odollo, Carracastrillo de Llamas, El Castrión de Yebra, A Pedriña de Pombriego y Sta. Cruz de Castroquilame.
Fundamentalmente estarían relacionados con los canales de Las Médulas y su mantenimiento, aunque en el caso de los cuatro últimos también existen labores mineras próximas y lógicamente sus habitantes podrían realizar otro tipo de actividades cotidianas; se trata simplemente de marcar el mantenimiento de la red hidráulica como un condicionante que incluso pudo llegar a determinar su emplazamiento. Río abajo, La Corona de Yeres, Las Cárquibas de Vegas de Yeres y El Castro y la Debesa das Portas de Puente pueden estar ya más vinculados a la zona minera de Las Médulas y a labores de infraestructura relacionadas con ella.
Volviendo al trazado de los canales, una zona de especial interés es un tramo conservado inmediatamente al noroeste de Llamas, en el valle del Airoso, al que se puede acceder desde este mismo pueblo. En él se conserva el canal con toda su caja visible a lo largo de más de 1 Km.
Aunque menos conocido, también existe una excelente tramo de canal conservado muy poco aguas abajo del antiguo puente de madera que conducía hacia Sigüeya y Silván. Pero en este caso no se trata de un canal en dirección a Las Médulas, sino que debía servir para las labores existentes entre Santalavilla y Pombriego y por debajo de Yebra, en la margen izquierda del Cabrera, que es donde se encuentra el arranque del propio canal, con un marcado tajo excavado en la roca.
Las autoridades del estado, autonómicas, provinciales, ayuntamientos y pedanías de los diferentes pueblos, son cómplices por no querer conservar aquello que fue parte de la historia del antiguo Imperio Romano.
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La red de canales se extiende por toda la orografía montañosa de La Cabrera.
Uno de los canales, de más de 70 kilómetros de longitud, hecho en la roca pizarrosa.