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Vivir Sevilla

Sevilla es ciudad para pasear; para gozar deambulando viendo los viejos edificios de blanco y albero y los mil personajes que caminan por la urbe. Unos aparentarán ser burócratas de una moderna clase financiera, otros parecen sacados de la novela de

Sevilla es ciudad para pasear; para gozar deambulando viendo los viejos edificios de blanco y albero y los mil personajes que caminan por la urbe. Unos aparentarán ser burócratas de una moderna clase financiera, otros parecen sacados de la novela de Rinconete y Cortadillo. Paseando por las gradas, junto a la catedral, un letrero nos recuerda que aquel entorno está descrito en las novelas ejemplares de Cervantes. Es la Sevilla eterna, que se muestra en monumentos y en el ambiente urbano.

Sevilla es gozosa para descansar en las terrazas; para sentarse en alguna de las que están junto al río, en la calle Betis, y ver amarillear la piedra secular de la Torre de Oro y la Giralda, mientras empieza a descender la noche; noche que en Sevilla es también dulce.

El clima invita a gozar de la ciudad. Algunos dicen que el verano es durísimo. Es una verdad a medias. La solución es pasear a la tarde, cuando cae el sol, cuando las calles están casi vacías. Entonces la ciudad se torna agradable para todos, hasta para las golondrinas que cruzan los cielos en busca de mosquitos, dejando en el aire rúbricas invisibles.

Los ritos

Sevilla es una ciudad bella y divertida, aunque a veces esa diversión tenga un exceso de ritualismo que ha hace extraña e incluso impenetrable para el visitante.

La feria es un ejemplo. La feria de abril se celebra en una explanada del barrio de Los Remedios, cercana al río. Más de mil casetas se ubican en esta geografía colorista y animada.

Con más colorido que personalidad y arte, la portada de la Feria se compone de una estructura de arcos, profusamente cubierta de bombillas, desde la que se accede al mundo alegre ferial. La iluminación de esta portada es el anuncio festivo del evento ferial

Las casetas, abundantemente decoradas de farolillos, cintas y oropel, son tabernas para el diálogo, lugares para la danza y estupendos lugares para degustar el fino y el jamón. No obstante, la versión crítica -real- dirá que que son reductos inaccesibles. Al igual que pasa con las fallas valencianas, en las que cada falla es una cofradía cerrada, las casetas pertenecen a una industria, una familia o varios amigos y en ellas no tienen cabida los turistas, que deben limitarse a sacar fotos con cara de alegría pero sin acceder al interior a tomar una cerveza fresca.

Son los problemas de las fiestas ritualizadas.

La jornada de fiesta de abril incluye un tapeo matinal, incluso una comida en la caseta, un pase a la Maestranza para ver los toros, y una tarde de alegría, bailoteos y …lo que llegue antes de la amanecida.

El mismo sentido de rito tiene la Semana Santa, con sus cofradías y cofradieros, tal vez ateos, pero profundamente devotos de la imagen que sacan a pasear a fuerza de hombros.

En Semana Santa desde los templos se sacan en procesión valiosos tesoros de arte sacro, en medio de una inmensa devoción popular. Las imágenes de la Pasión de Cristo recorren una ciudad cargada de una extraña religiosidad, mezcla de tradición, fiesta y devoción y temor. Es otra imagen mágica de Sevilla.

Pero esa devoción -que muestra un componente mágico- se revive en las cruces de mayo o en el peregrinaje rociero. En todas estas manifestaciones se aúna lo religioso y lo profano, en desigual trabazón.

La gastronomía

Sevilla es tierra cálida y como tal no es propicia para los yantares proteicos cargados de carnes y vitaminas. Es más bien lugar para beber con tino y acompañar el licor de Baco con algún material de calidad: pescaditos, jamon de Huelva o unas buenas aceitunas.

El tapeo es aquí importante. Algunos dicen que su origen está en un trozo de pan o de otro producto alimenticio que se ponía sobre la jarra o la botella para proteger el líquido del polvo o de los mosquitos. Luego alguien comió la tapa y allí empezó la costumbre del tapeo.

Sea verdad o no, la tapa se ha transformado en buena parte de España en el complemento básico de un vaso de vino o cerveza. En Sevilla, las tapas más apetecibles son las de pescadito (pescaíto) frito, Las gambas a la plancha, las huevas, y los morunos.

No faltan otros elementos tradicionales como el jamón de Huelva, la tortilla de patata, el pimiento frito o el queso curado.

Es tal la afición al tapeo que resulta habitual quedar a cenar con un amigo y que la cena se transforme en realidad en una degustación de materiales de este tipo servidos en la misma barra del bar, lejos de cualquier otro tipo de formalidad burguesa.

Buena es la barra del bar en Andalucía, porque esta tierra posee estupendos vinos de todo tipo: finos, manzanilla…

Y la comida

Se ha escrito que en Sevilla no se come, sino que se tapea; pero la verdad dista del dicho. Es factible hallar en Sevilla excelentes restaurantes que tienen lo bueno de la gastronomía andaluza, el mar y la sierra, y el factor universal del gazpacho.

Para los clásicos que buscan algo del terreno cabe citar la ternera a la sevillana, las ensaladas, la cola de toro guisada y el lomo en manteca. Pero no faltan lugares para tomarse unos excelentes langostinos o un buen pescado, o sencillas tabernas en las que se goza del ambiente de la calle y de unos buenos fritos.

…Y si el comensal es desconfiado, hay una baza segura: el jamón.

La Maestranza es un lugar importante en Sevilla y en sus fiestas. Foto Francisco Dorado-guiarte. Copyright

La Maestranza es un lugar importante en Sevilla y en sus fiestas. Foto Francisco Dorado-guiarte. Copyright

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