De Valdepeñas a Ruidera
De Valdepañas a Ruidera, pasando por San carlos del Valle, Villanueva de los Infantes y Ossa de Montiel.
Saliendo por el oeste de Valdepeñas, el viajero tomará otra carreterita que conduce, en medio de los viñedos, hacia San Carlos del Valle. Otra agradable sorpresa
Con algo más de 1000 habitantes, se presenta, tranquilo, este lugar situado a la vera de las sierras del Cristo y de Alambra; a 14 kilómetros de Valdepeñas y a 10 de La Solana.
Había en este lugar una ermita hasta el siglo XVI. En ella estaba pintado un cristo de fama milagrera. A raíz de la atracción religiosa, en tiempos de Felipe V se inició la obra del templo actual, de notable factura. Planta de cruz griega y estilo barroco. En una de sus grandes portadas, la que da a la plaza Mayor, está esculpido el Cristo; en la otra, la que recae en otra placeta ante el ayuntamiento, preside la portada un gran relieve de Santiago Matamoros, cabalgando sobre un caballo que pisa a la morisma.
La estructura del templo y el urbanismo cuadriculado –al ser una población planificada- trae a la mente del viajero un cierto aire colonial. Es uno de los lugares que crecieron merced a un plan de colonización realizado en la época de Carlos III, en el entorno de Sierra Morena.
La plaza Mayor es de las más bellas de La Mancha. A ella se accede a través de arcos ubicados en las esquinas. Y preside el conjunto la iglesia, de inicios del XVIII.
Desde San Carlos del Valle tomamos la carretera hacia Pozo de la Serna y desde allí la dirección a Villanueva de los Infantes. Son 27 kilómetros en los que el principal pueblo es Alcubillas, que preside su iglesia, del siglo XVI.
Villanueva de los Infantes es otra de las glorias de la Ruta. Tiene una profunda historia. En sus entornos hubo asentamientos prehistóricos; fue ciudad romana y luego árabe, con el nombre de Jamila. Cayó en manos cristianas en tiempos del rey Alfonso VIII, y ya en el siglo XIII figura vinculada a la Orden de Santiago. En el siglo XVI fue considerada como capital del Campo de Montiel, y en el final del XIX recibió el título de ciudad.
Es ésta una urbe de interés, con magníficos edificios de piedra, en los que se retiene el pasado. Por estas calles pasearon Cervantes o Quevedo.
Los principales enclaves monumentales de la ciudad son:
La Plaza Mayor, donde se ubica el templo parroquial de San Andrés, de aire sólido y renacentista. Es básicamente del XV. La portada central, clasicista, es de 1612. En la misma plaza se asoman una serie de casas de gran prestancia, entre ellas el ayuntamiento, también muy clásico.
Cerca de este lugar está el Hospital de Santiago, de aire renacentista y hermosa piedra. La alhóndiga es del siglo XVI, antigua casa de contratación, luego cárcel y ahora Casa de Cultura, en la que sorprende su recoleto patio de robustas columnas.
La Casa del Arco destaca por su magnífico pórtico neoclásico, que recuerda a la misma portada de la iglesia. Fue erigido por un pariente de Santo Tomás de Villanueva, santo del lugar, que había llegado a ser virrey de México.
El Convento de Santo Domingo, originario del XVII, tiene una arquitectura que no es muy llamativa. Actualmente está ocupado en gran parte por una hostería, en la que no dudarán de indicarle al viajero donde está la habitación en la que pasó sus últimos momentos Francisco de Quevedo.
De Santo Tomás de Villanueva queda parte de la casa original, con un escudo en la esquina, al lado de un oratorio de la familia. Muy cerca está la casa de la Inquisición. Se conserva la portada adintelada, con el macabro escudo del Santo Oficio: Una cruz sobre una calavera.
Pero el lugar es propicio para el callejeo, porque tiene un casco antiguo lleno de agradables sorpresas: Casa Rebuelta, Casa del caballero del Verde Gabán, palacio de los Ballestero, Casa de don Manolito, casa de la Pirra, casa de los Estudios... Conventos de las franciscanas, convento de la encarnación...
Merece la pena callejear, especialmente por la zona de la Plaza Mayor y la calle Cervantes. Es una sorpresa urbana que nos recuerda –en un plano más humilde peno no menos bello- a Almagro.
Desde Villanueva seguiremos hacia al oeste, en dirección a Villahermosa, con su iglesia de la Asunción, del siglo XVI, para subir en dirección NE hacia Ossa de Montiel, un sencillo pueblo que está creciendo merced a su pertenencia al parque de las Lagunas de Ruidera.
Ossa tiene una iglesia parroquial del siglo XVI con aire arcaizante y un rollo jurisdiccional o picota.
Una carreterita conduce desde el Pueblo hacia Ruidera. Muy cerca del lugar, a unos 3 kilómetros, aparece la Cueva de Montesinos, donde el Quijote se introdujo en busca de encantamientos, en un pasaje que alude a la búsqueda espiritual.
En medio de un bosquecillo de menudas encinas aparece esta cavidad kárstica por la que se puede entrar provisto de linterna. El viajero podrá ver tal vez algunos murciélagos. En la zona se han hallado restos prehistóricos y algunos elementos romanos. Debió estar habitado el entorno durante la romanidad.
Siguiendo la carreterita que pasa ante la cueva se llega a un vallecillo. Sobre un roquedo están los restos del castillo Rochafrida y la fuente llamada Fontefrida. Estas últimas referencias al castillo y a la fuente tienen sabor literario y ecos del romancero.
El castillo es del siglo XII y de origen árabe. Cuando fue conquistado por los cristianos recibió el nombre de San Felices. Pasó la Orden de Santiago y fue abandonado hacia el siglo XV.
Las lagunas de Ruidera son quince, situadas entre las provincias de Albacete y Ciudad Real. Al municipio de Osa de Montiel pertenecen varias: la Blanca, Conceja, Tomilla, Tinaja, San Pedro, Redondilla, La Lengua, La Salvadora, La Batana.
La Colgada comparte los términos de Ossa y Ruidera. Luego están las Morenilla, Coladilla, Cenagosa y –por fin- el embalse de Peñaroya.
Las lagunas se localizan en un valle excavado de una longitud de unos 27 kilómetros y desnivel de 120 metros. Son formaciones lagunares escalonadas, unidas mediante torrenteras y cascadas. Tradicionalmente se adjudican a éstas la cualidad de fuentes del Guadiana, río que luego desaparece.
Este grupo de lagunas es una importante zona húmeda, aunque deteriorada por el urbanismo especulativo (ahora mismo se está haciendo un monstruoso hotel encima de un otero que domina el paraje). Hay una buena población de aves acuáticas compartiendo el ecosistema con rapaces y fauna acuática.
La extensión de las lagunas es pequeña. Suelen tener forma alargada, paralela a las orillas del valle. Las mayores son las de San Pedro(1.600 metros de largo) Colgada y del Rey(2.500). Su profundidad es variable. No suele pasar de los 15 metros.
En las más altas, la presencia de barreras tobáceas hace que se creen cascadas y saltos de agua, cuando el líquido desborda la barrera pétrea. Sorprenden en ellas los tonos esmeralda y azulados.
Las lagunas bajas son menos rocosas. Sin acantilados tobáceos, tienen una formación más de charca, rodeada de cañaverales y espadañas, propicios para los hábitats de las aves acuáticas, aunque de belleza menos agreste.
En Ruidera hay un centro de recepción de visitantes, al lado mismo de la carretera que pasa junto a la laguna de Rey con dirección a La Solana. Tiene el teléfono 926528116.
También aparecen las lagunas en la ruta quijotesca, y en la mente del hidalgo, que al llegar a Barcelona y ver el mediterráneo no duda en acordarse del paraje manchego, un oasis en medio del territorio secano.
Desde Ruidera avanzaremos hacia el norte, en dirección a Argamasilla de Alba. Ya en el término de esta población, a unos doce kilómetros de la misma, daremos punto final a la ruta. Es un buen lugar para ello.
Al oeste de la carretera aparecerá el castillo de Peñarroya, al lado mismo de la presa que cierra el embalse del mismo nombre. Al fondo Argamasilla, tan vinculada a la historia de Cervantes, y a la derecha podemos ver uno de los más bellos chozos de la zona, blanqueado, en medio del llano. Tenemos las referencias literarias, pastoriles, históricas, geográficas del mundo manchego.
El pantano de Peñarroya es el que regula las aguas de este nacedero del Guadiana, que como un personaje encantado, se humilla y discurre por el subsuelo hasta aflorar mucho más adelante.
El castillo preside, altivo, el entorno de la presa. Peñarroya significa peña roja (en el ámbito mediterráneo abundan las Penya Rotja) que alude al color rojo de la peña en la que está edificada la fortaleza. Por aquí hubo poblaciones prehistóricas y un enclave árabe. El fuerte actual dataría del entorno del XII.
El castillo musulmán pasó a manos cristianas en el final del XII y luego se entregó a la Orden de San Juan. Actualmente tiene en su interior un santuario, lo que facilitó históricamente su conservación. Tiene sendos recintos murados, torre del homenaje, cuatro torreones y patio de armas.
Tal vez el viajero quiera proseguir para explorar el territorio. Hará bien. Hay muchos sitios que conocer: retornar en dirección sur, hacia Sierra Morena; avanzar hacia oriente, hasta Alcaraz; hacia el poniente, en busca del valle de Alcudia o en dirección norte, para llegar a la imperial Toledo. Esta región tiene multitud de tierras para conocer.