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Montes de Valdueza

Este es sin duda uno de los pueblos más bellos de España

Torre románica del monasterio de San Pedro de Montes. guiarte.com

Torre románica del monasterio de San Pedro de Montes. guiarte.com

El caserío de Montes de Valdueza, desde la torre campanario. guiarte.com

El caserío de Montes de Valdueza, desde la torre campanario. guiarte.com

Una calle de Montes de Valdueza. guiarte.com

Una calle de Montes de Valdueza. guiarte.com

Arcaísmo en un capitel, posiblemente prerrománico. Montes de Valdueza. Guiarte.com

Arcaísmo en un capitel, posiblemente prerrománico. Montes de Valdueza. Guiarte.com

Montes de Valdueza, desde una ventana geminada de San Pedro de Montes. guiarte.com

Montes de Valdueza, desde una ventana geminada de San Pedro de Montes. guiarte.com

Por Tomás Alvarez

Este es sin duda uno de los pueblos más interesantes del noroeste español, que conserva (lo escribo en el 2009) un encanto fuera de lo común, y un arcaísmo que nos lleva al pasado.

Para describirlo voy a citar lo que dijo del lugar en la alta Edad Media, San Valerio:

Es un lugar parecido al Edén y tan apto como él para el recogimiento, la soledad y el recreo de los sentidos. Cierto es que está vallado por montes gigantescos, pero no por ello creas que es lóbrego y sombrío, sino rutilante y esplendoroso de luz y de sol, ameno y fecundo, de verdor primaveral…

ЎQué delicia contemplar desde aquí los vallados de olivos, tejo, laureles, pinos, cipreses y los frescos tamarindos, árboles todos de hojas perennes y perpetuo verdor! A este inmarcesible bosque le llamamos Dafne por sus emparrados rústicos de cambroneras que brotan espontáneas y trepan por los troncos y forman amenísimos y compactos toldos, y refrescan y protegen nuestros miembros de los rigores del estío y nos proporcionan mayor frescor que los antros de las rocas o la sombra de las peñas, mientras que el oído se regala con el muelle del cantar del arroyo que a la vera corre, y la nariz se embriaga con el nectáreo perfume de las rosas, los lirios y toda clase de plantas aromáticas. La bella y acariciadora amenidad del bosque calma los nervios y el amor auténtico, puro y sin fingimientos, inunda el alma”

San Valerio estuvo aquí en el monasterio que puso en marcha San Fructuoso, recién caído el imperio romano, en un lugar escondido en el que se asentarían numerosos monjes y anacoretas. Es el valle del Oza, la Valdueza, una zona abrupta al sur de Ponferrada, a la vera de los Montes Aquilianos.

Hoy viven en el lugar apenas quince personas, y felizmente no ha entrado la fiebre urbanizadora que ha dañado la esencia de otra población cercana: Peñalba de Santiago. Por ello, el lugar es algo extraordinario.

Depredado por ladrones que han robado piezas visigóticas de la ermita de San Fructuoso, en el lugar perviven aún los restos de un notable monasterio, que llegó a la ruina tras la desamortización.

Queda en pie la iglesia, que es la parroquial del lugar, donde se están llevando a cabo restauraciones con apoyo de la Junta de Castilla y León. En el templo de tres naves, la principal con bóveda de cañón y arcos fajones, se hallan diversos elementos que atestiguan el pasado, empezando por unos capiteles del lado norte de la torre, de aire prerrománico, pero tal vez incluso anteriores.

Los restos del monasterio han sido intervenidos para salvar para la posteridad lo que queda de uno de los principales monasterios de la mítica tebaida leonesa. La última inversión(2009) ha sido de 370.000 euros para acometer obras "de la envolvente" de la iglesia, encaminadas a asegurar la protección del templo, básicamente románico.

La intervención ha servido para recuperar las cubiertas y eliminar obra realizada después de la desamortización, que alteraba el aspecto del imafronte, al que se le había antepuesto un porche rústico, y en cuya cimera aparecía parte de un tejado que también alteraba la unidad arquitectónica.

Declarado Monumento Nacional en 1931, el cenobio tiene un origen que se remonta al año 635, cuando San Fructuoso creó una comunidad en el lugar.

La iglesia actual es básicamente tardorrománica, aunque modificada en el XVIII, pero conserva elementos arquitectónicos de interés. Entre todas vicisitudes del templo, una de las más conocidas corresponde a 919, cuando cuatro obispos participaron en su consagración: San Genadio, de Astorga; Sabarico, de Dumio; Frunimio, de León; y Dulcidio de Salamanca: en el edificio se halla una lápida grabada que relata tal evento.

Fue un monasterio relativamente pobre, con terrenos tan bellos como abruptos, y sólo en su tramo final, con los ingresos de las ferrerías de Linares y Pombriego, pudo aumentar sus rentas, lo que le permitió hacer el imafronte barroco y ampliar dependencias.

Tras la desamortización(1835), los campesinos y una poderosa familia, los Valdés, se hicieron con las propiedades y rentas; pero en 1842 un incendio acabó con el monasterio, y en sus patios los lugareños cultivaron hortalizas y patatas. En la actualidad, desescombrado el centro, el viajero puede pasear por el interior de los poderosos muros, y gozar de la visión romántica de las ruinas, en las que crecen inmensos nogales centenarios.

En 1999 el arquitecto Eloy Algorri realizó el Plan Director de restauración y desde entonces ha dirigido diversas intervenciones, consolidando los restos y permitiendo el afloramiento de la cabecera absidial, tarea que ha merecido un premio de Arquitectura de Castilla y León, en el 2004. Dicha cabecera estaba prácticamente oculta tras las paredes de la casa rectoral, edificada en el siglo XIX.

Consolidadas las ruinas y salvado el envolvente del templo queda una asignatura pendiente: descubrir, investigar y restaurar el interior de la iglesia, en la que seguramente aparecerán vestigios con más de mil años de vida.

El valor del centro monacal es grande, no tanto por lo artístico, sino por su historia: estos muros están ligados a las vidas de San Fructuoso, San Valerio, San Dictino y muchos otros personajes de la Alta Edad Media

¿Dónde está Montes de Valdueza?

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