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La Arcadia de Joaquín Torres-García

Málaga, 15 de noviembre de 2016
Al igual que Picasso, Joaquín Torres-García (Uruguay, 1874-1949) tuvo la valentía de experimentar constantemente, dejando tras de sí una inmensa producción artística. Ahora, el Museo Picasso Málaga rinde homenaje a este artista con una gran retrospectiva que abarca desde sus primeras obras en la Barcelona de finales del siglo XIX (donde llegó a ser uno de los pintores más reconocidos del Noucentisme), hasta sus últimas obras realizadas en Montevideo en los años 40.

Joaquín Torres-García fue uno de los artistas más complejos de la primera mitad del siglo XX. Su obra conjugó las teorías de las vanguardias europeas con las formas artísticas de las culturas precolombinas, dando lugar al denominado Universalismo constructivo. Torres-García se mantuvo fiel a una visión del tiempo como colisión de distintos periodos, en vez de una progresión lineal. También fue singular al mezclar la alta cultura con la artesanía o con la producción industrial. Fue asimismo gran pensador y pedagogo y difundió su teoría artística a través de escritos y conferencias.

1891-1933: Barcelona, Nueva York y París
Nacido en Montevideo en 1874, de madre uruguaya y de padre español, Joaquín Torres-García llega en 1891 a Cataluña, tierra natal de su padre, con 17 años de edad. Eran los años del despegue del Modernismo en Barcelona. En la ciudad condal, orientó su pintura hacia la inspiración neoclásica que cristalizó en lo que Eugeni d’Ors bautizó como Noucentisme, movimiento artístico que retomaba la tradición clásica y humanista de la cultura mediterránea, y que se caracterizana por expresar el anhelo de una Arcadia perdida.

En los primeros años del siglo XX colaboró con el arquitecto catalán Antoni Gaudí en la realización de vitrales para el templo de la Sagrada Familia. Según cuenta Torres-García en el libro Historia de mi vida, Gaudí no supo apreciarlo como artista aconsejándole que se dedicara a la docencia. En 1910 pintó los paneles del pabellón uruguayo de la Exposición Internacional de Bruselas. A partir de 1918 comenzó a experimentar la influencia de las vanguardias, llegando a ser considerado uno de los pintores más relevantes de la Barcelona de principios del siglo XX.

En 1920, a los cuarenta y seis años años de edad se mudó a Nueva York, donde comenzó a producir en serie unos juguetes de madera que había exploraban la noción de la estructura transformable. Aunque en Nueva York se relacionó con artistas de estilos modernos, expuso y vendió obra, los apuros económicos le hicieron regresar a Europa con su familia dos años más tarde.

En 1930 y con el crítico Michel Seuphor, Torres-García fundó en París el grupo y la revista Cercle et Carré, y organizó en la Galerie 23 una de las exposiciones de arte más importantes de la época. A este movimiento se sumaron los principales artistas abstractos y constructivistas: Piet Mondrian, Sophie Tauber-Arp, Fernand Léger, Jean Arp o Georges Vantongerloo, entre otros. Pero la abstracción geométrica pura resultó insatisfactoria para Torres-García quien ya estaba dando forma a su propia propuesta artística: el Universalismo constructivo, según el cual el arte se construye en base a una estructura colmada de signos y símbolos, reflejando así un orden universal.

1934-1943: Montevideo
Torres-García volvió a Montevideo en 1934, ciudad en donde residió hasta su muerte en 1949 y en la que se convirtió en una figura cultural y académica que dejó una influencia duradera en el arte latinoamericano.

Creó la Asociación de Arte Constructivo, en donde exploró el arte precolombino y subrayó las afinidades entre dicha tradición y el constructivismo de vanguardia, considerando en el mismo nivel estético, artístico y teórico las culturas indígenas americanas y las modernas culturas europeas. La asociación desembocó en el Taller Torres-García, un laboratorio para la creación con técnicas y materiales tradicionales y modernos. En ese espíritu creó una de las imágenes más emblemáticas del modernismo latinoamericano, un mapa invertido de América del Sur que proclama el Sur como su propio Norte. Los componentes del taller compartían la creencia de la visión transformadora del artista y su responsabilidad social.

La década final de la obra de Torres-García se caracteriza por un notable regreso al color y un renovado interés por las obras públicas monumentales. La muestra concluye con sus obras tardías, que cierran el círculo de su obra completa y resumen sus contribuciones a la modernidad.

Construcción en blanco y negro. Joaquín Torres-García. 1938.

Construcción en blanco y negro. Joaquín Torres-García. 1938.

América invertida. Joaquín Torres-García. 1943.

América invertida. Joaquín Torres-García. 1943.

Figuras con palomas. Joaquín Torres-García. 1949.

Figuras con palomas. Joaquín Torres-García. 1949.

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