La catedral, un prototipo del gótico
La catedral de León es la más pura del gótico francés en España, no es grande en cuanto a medidas, pero es la más grandiosa en concepción y espiritualidad.
La luminosidad, consecuencia de sus magníficas y extensas vidrieras, da un valor especial al edificio, que cuenta con uno de los conjuntos de vitrales más importante de Europa.
La primera iglesia situada en aquel solar data del inicio del siglo X, cuando Ordoño II cedió su palacio real, edificado sobre las termas, para que en sus aulas se estableciera el templo. Siglo y medio más tarde se construyó una nueva edificación, románica, con tres naves y arcadas de herradura.
El obispo Manrique de Lara, fallecido en 1.205, emprendió las obras de la tercera edificación, gótica, pero hasta 1.301 no se terminó lo fundamental de la misma (la torre sur no se finalizó hasta el siglo XV).
La reconstrucción llevada a cabo en el siglo pasado, que desmontó la cúpula que el arquitecto Juan Naveda había colocado en el XVII y otras obras barroquizantes, devolvió la unidad de estilo. Fue una labor magistral, llevada a cabo por el arquitecto Juan Madrazo, inspirado en los criterios de Violet-le-Duc, y en un conocimiento excepcional del gótico.
En su planta, el edificio catedralicio es casi idéntico al de Reims, en tanto que toma en el alzado los modelos de Amiens y Chartes. Su estructura se configura por tres naves divididas en cinco tramos, un gran crucero, con tres tramos adicionales y dos naves laterales, y una cabecera rodeada por la girola, con dos capillas rectangulares y cinco hexagonales.
La principal modificación respecto a las catedrales francesas está en las torres, que se hallan fuera de planta, lo que da a la fachada un carácter hispano, alejado de la verticalidad de los templos galos.
A diferencia con la gran mayoría de iglesias, el interés del monumento no radica en pinturas ni esculturas, sino en la obra en sí, el edificio en su totalidad. Tiene una estatuaria excepcional en sus portadas y en los sepulcros, algunos bellísimos, como los del obispo Martín el Zamorano y el del canónico Juan de Grajal; valiosas pinturas, como el retablo mayor, de Nicolás Francés, etc. Pero el templo hay que verlo como un todo.
El edificio responde a una ideología, basada en el Apocalipsis. Es la imagen de la Nueva Jerusalén, la Ciudad Santa ...que tenía la gloria de Dios. Su brillo era semejante a la piedra más preciosa, como la piedra de jaspe pulimentado…, según escribió San Juan.
Hay que examinar la catedral con esta óptica: Su espiritualidad se basa en una armonía pitagórica. El número base es el tres y la superficie el triángulo equilátero: tres partes en su planta, tres fachadas, cada fachada tres puertas, la longitud tres veces la altura, la elevación de la nave central tres veces su ancho... A veces juega también con los múltiplos de tres.
El triángulo equilátero se halla en las síntesis de los hastiales, en la línea que une las rosas de los ventanales o cada arco ojival, esbozados en tímpanos y arquivoltas...
En el exterior, en las jambas y arquivoltas aparecen los habitantes de esta ciudad celestial, expuestos para contemplación de los mortales.
En el interior, una luz tamizada por los mil colores de las vidrieras otorga densidad al ambiente y un colorido irreal a la piedra.
En ésta catedral se ha conseguido la creación de un espacio interior espiritual. Se ha conseguido la paradoja de convertir la piedra, elemento rígido, frío, pesado, inmóvil, en algo cálido, flexible, liviano, etéreo. La pesadez del material se ha trocado en ligereza; la piedra no parece reposar en el suelo, sino ascender.