Catedral de Burgos
La catedral de Burgos se inició a instancias de Fernando III, a principios del siglo XIII, sobre el lugar donde se hallaba un templo románico.
En ella trabajó el maestro Enrique, que también dio forma a la de León. Fue abierta al culto en 1260, aunque continuaron las obras.
La fachada principal de la Catedral de Burgos, restaurada sin excesivo acierto en el siglo XVIII, está flanqueada por unas torres airosas del XV, de Juan de Colonia, rematadas con agudas agujas octogonales.
Más vigor estilístico posee la entrada ubicada a la derecha del crucero, la del Sarmental, del siglo XIII y precedida por una escalinata. En ella destaca la imagen de Cristo Doctor, rodeado por las alegorías de los cuatro evangelistas.
También merece una mención especial la capilla de los Condestables, con un valioso retablo de Diego de Siloé y Felipe Bigarny.
Esta catedral es un auténtico museo de arte español, con una riqueza y una variedad tal, que le hacen perder armonía. Poco tienen que ver algunas partes con otras. La capilla de los condestables, la puerta del Sarmental, el claustro o el cimborrio tienen identidad propia, notable e independiente. La grandeza de la catedral burgalesa está en su riqueza, más que en su armonía.
Una muestra de esto está patente en el cimborrio. Construido por Juan de Vallejo en el siglo XVI, se asienta sobre unos pilares gigantescos, impropios del gótico clásico, y muestra una riqueza decorativa obsesiva cubriendo todas las superficies interiores y exteriores. Es una mezcolanza gótica y renacentista, que consigue una individualidad acusada y monumental.
Para apreciar mejor la catedral de Burgos es recomendable una visita guiada, que incluye el claustro y el museo, donde se admira una hermosa Virgen, de Memling, entre otras obras importantes.